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Con ocasión de unas jornadas, organizadas por el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, para revitalizar el comercio local, nos ha visitado Roberto Angelucci, Presidente del movimiento Cittá Slow, con el que tuvimos ocasión de compartir unas horas el pasado miércoles día 26 de septiembre, en la Sociedad Gastronómica Kakiturri. En el poco tiempo que tuvimos ocasión de disfrutar con él, confimarmos la conexión filosófica entre las dos organizaciones (Slow Food y Cittá Slow) y nuestra predisposición como interlocutores de las posibles Ciudades Slow en nuestro entorno.
Dado su interés, transcribimos los artículos aprecidos en la prensa local al respecto, para ilustrar un poco el movimiento de Cittá Slow y la personalidad de Roberto Angelucci.
Les acusan a ustedes de ser tecnófobos ¿Es eso cierto?
La filosofía de Cittá Slow sí intenta recuperar aquellos elementos antiguos que se han perdido, viejos d ealguna forma, como los pequeños productores, comercios, pescadores… Pero de ninguna forma estamos ni en contra d ela tecnología ni de la globalización. Si bien ésta debe ser bien entendida y racional, y no salvaje. Nosotros fomentamos peqeuñas ciudades, con un entorno para vivir adecuado, apatas para la vida tranquila. Ahora bien, la tecnología masiva no nos gusta. Tan siquiera nos permite comunicarnos.¿Podría decirse que ya no nos relacionamos ni tomamos café juntos?
Si recuperáramos el comercio, entendido más allá de una mera relación económica, mejoraríamos en ese aspecto. Debemos volver a la comunicación de toda la vida, la directa, la del barrio
Esos barrios y ciudades de las que habla ¿son autosuficientes?
Desde luego, es la clave. Pero no sólo lo producimos nosotros, sino que además nos marcamos unas autoexigencias. Queremos que sean alimentos buenos, sanos y justos, estos son nuestros tres criterios. Además, son extrapolables a la forma de vida. La vida debe ser justa, y todo el mundo tiene que estar bien pagado para subsistir.
¿Sería posible aplicar esta modalidad de vida en grandes ciudades?
Claro, pero hay que partir de las pequeñas ciudades. También se debe eneseñar en la escuela y en las universidades esta forma de pensar. Pero si empezamos desde abajo y tratamos de mentalizar a la gente, algún día podrá cuajar en las grandes urbes como Roma, Londres o Barcelona. Durante 40 ó 50 años hemos estado utilizando las materias primas, la gasolina, el petróleo…, sin problema. Y sólo ahora, que hemos acabado con el 50% de los recursos, nos preocupamos por la energía.
Hablando de gasolina ¿cómo han tratado la problemática del transporte dentro de la ciudad?
Desde luego, favorecemos las áreas peatonales y los bicicarriles. Y lo poco que se anda en coche, no debe superar los 30 kilómetros por hora. Pero no sólo es u nrollo de trasnporte y movilidad, quizá lo más visible. Me gustaría destacar, por ejemplo, la alimentación de nuestros pequeños en las escuelas. Tenemos una normativa muy clara que obliga a darles alimentos de temporada, sanos y eqeuilibrados.
Los niños pueden jugar tranquilamente en las Cittá Slow ¿Acaso no hay delincuencia ni peligros?
Por una parte, somos ciudades relativamente ricas y pudientes, y el tema socioeconómico no se puede obviar. Pero de todas formas, no son ciudades monumento, muy turísticas… Y esa normalidad, unida al hecho de que todo está socializado, que todo el mundo se conoce y vivimos en armonía social, hace que nuestras calles ean seguras. Cuando la sociedad está muy cohesionada, la calidad de vida hace bajar la delincuencia. Además, intentamos recuperar todo para conseguir que nadie se quede fuera de época. Todo el mundo debe estar integrado.
¿Qué respondería a alguien que les acusa de ser unos aburridos?
Le diría que no es cierto. Nuestra vida, valga la redundancia, es muy viva. La filosofía es la de beber buen vino, comer bien, vivir tranquilos, ser agradables. Ahí está la verdadera felicidad. Ahora mismo estamos acostumbrados a una felicidad un tanto falsa, ficticia y muy rápida. Por eso reivindicamos los pequeños placeres. Si todo lo cotidiano es bueno, no necesitamos más. Y ante todo, la felicidad debe ser compartida. El mejor exponente de todo esto que digo, pienso yo, es simplemente sentarse alrededor de una mesa con los amigos a disfrutar.
Entrevista realizada por Ander Zurimendi. Diario de Noticias de Álava. 28/9/2006
La apertura del congreso sobre comercio urbano en el Palacio Europa cedió el protagonismo ayer a Roberto Angelucci, una réplica italiana de José Ángel Cuerda en un entorno bastante menor. Romano, de 52 años, asumió la alcaldía de Francavilla al Mare, localidad de 25.000 habitantes donde siempre ha residido, en 1985. Dieciocho años después volvió a ganar als elecciones municipales con el 62,5% d elos votos. En buena parte por liderar, junto a otros regidores del país, la nueva filosofía urbana que se denomina “ciudades lentas”.
La Cittá Slow supone un regreso al humanismo, a situar al ciudadano en el centro de la acción pública, a dignificar el trabajo de quienes producen alimentos sanos. Los responsables de la municipalidad velan por la calidad de vida mediante la extensión de las peatonalizaciones, el consumo responsable de energías y, en general, a través de todo cuanto suene a sostenible.
Para Angelucci, todo parte de la cultura: “Ciudad lenta no significa estar parados, sino refelxionar, poner un stop a lo de vivir tan rápidamente. Pero una vez que se toman las decisiones, actuar, por supuesto”. El alcalde de Francavilla al Mare –a la altura de Roma, en la costa del Adriático– valora, por encima de todo, conversar y la educación.
“Se puede transmitir el gusto por lo bueno en todo, desde la alimentación a la ropa, los equipamientos en las ciudades y también el hecho de vivir más despacio”. Cree que la población es receptiva cuando se le informa, por ejemplo, de la cadena existente entre el agricultor o el pescador y el cliente, haciendo las cosas bien. Entonces, añade Angelucci, “la gente entiende que merece la pena pagar doce en un comercio de calidad que diez en una cadena porque el producto, aparte, durará más”.
Por esta razón, y mientras cale la cultura de la ciudad lenta, el alcalde italiano cree que la tienda taradicional tiene futuro. “La bartalla con las gradnes superficies no está perdida”. Un asunto que concierne especialmente al sector de la capital alavesa, amenazado por el goteo de cierres ante la instalación de los centros comerciales.
CE Vitoria conoce lo justo para elogiar sus zonas verdes y las peatonalizaciones. El regidor de Francavilla al Mare admite que la filosofía urbana que pregona no cabe aplicarla a urbes de 230.000 habitantes. “Entre nuestras normas está que no superen los 50.000″, pero sí apunta algunas intervenciones públicas en favor de los gremiso locales. Por ejemplo, las cargas impositivas a los productos importados o el respaldo al cine “de calidad” en la ssalas del municipio.
A. Resa. El Correo. 28/9/2006
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