Como nos cuenta National Geographic, “somos lo que comemos», y así reza un conocido dicho popular según el cual la dieta que seguimos tiene consecuencias directas en nuestra salud. Pero seguir una dieta sana es, además, una forma eficaz de cuidar el medio ambiente, al reducir la huella hídrica y de carbono causada no solo por la producción de alimentos, sino también por la reducción de los gastos sanitarios derivados de su consumo inadecuado.
Investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara analizaron los potenciales efectos que una dieta sana tiene no solo para la salud de los estadounidenses, sino también para la del planeta. Según datos del estudio, en Estados Unidos el sector alimentario es responsable de aproximadamente un 30% del total de emisiones de gases de efecto invernadero del país. La causa es la alta proporción de alimentos de origen animal presentes en la dieta media de los estadounidenses, quienes suelen consumir gran cantidad de carne roja y productos procesados en detrimento de frutas y verduras. Una alimentación poco saludable que se calcula es responsable del repunte de enfermedades cardiovasculares y del alto índice de los casos de obesidad y diabetes, enfermedades que causan al país un gasto anual 3 billones de dólares (unos 2,8 billones de euros), o lo que es lo mismo, el 30% de todo el gasto sanitario del país.
Menos carne roja y más frutas y verduras
Los científicos modificaron la dieta media de un grupo de estadounidenses (de unas 2000 kilocalorías al día), reduciendo la cantidad de carne roja y procesada y duplicando el consumo de frutas y verduras. A través de modelos matemáticos, cuantificaron los beneficios que tenían para la salud y el medio ambiente. La conclusión: una alimentación sana reducía entre un 20 y un 40% de infartos de miocardio, cáncer colorrectal y diabetes de tipo 2, lo cual se traducía en una reducción de los costes sanitarios de 77.000 a 93.000 millones al año y en una disminución de entre 222 y 826 kilogramos de gases contaminantes por persona y año.
Con el objetivo de trasladar esta filosofía a nuestra sociedad debemos comenzar por nuestras escuelas de cocina que educan a las futuras cocineras y cocineros que son referentes en nuestra alimentación y con el mismo objetivo debemos enseñarles a cómo deben producirse los alimentos de manera responsable antes de llevarlos a nuestras cocinas y mesas.
Así estamos inmersos en talleres de huertos, plantaciones y modelos de gestionar la tierra dirigidos magníficamente por Javier Chaves y otras y otros miembros de Slow Food que ponen todo su conocimiento en manos de quienes gestionarán en el futuro la alimentación de nuestra tierra.
Dirigidos por Iñaki Armentia e Itziar López de Ipiña en la citada Escuela, con la ayuda de Javi han construido un fabuloso huerto de todo tipo de variedades hortícolas, junto a viñas y próximamente olivos, donde las alumnas y alumnos tienen la oportunidad de participar en todo el proceso de la elaboración de alimentos de manera responsable, saludable y comprometiéndose con el medio ambiente.