La Asociación de Desarrollo Rural de Llanada Alavesa organizó, el pasado domingo 27 de octubre de 2019, la III Semana de Desarrollo Rural y VI Lautada Eguna.
Este encuentro nace como objetivos de poner en valor aspectos culturales, gastronómicos, turísticos, sociales, etc. de la comarca de la Llanada Alavesa tanto para nuestros propios vecinos como para la gente de otros municipios y comarcas.
El citado encuentro se celebró en esta ocasión en Araia y con programa siguiente:
“Lautadaren Taupada” ARAIA
* 08:00 Nordick Walking. Salida desde la Herriko Plaza de Araia
* 09:30 Visita guiada en el Parketxe Aitzgorri-Aratz de Araia
* 10:30 Inauguración oficial, apertura de mercado de venta y difusión de productos de la Llanada donde estuvieron nuestras autoridades, entre ellas se estrenaba Irma Basterra, Diputada de Equilibrio Territorial.
- Exposición de manualidades (Sala del concejo)
- fotografías (Ayuntamiento)
* 11:00 Encuentro de coros de la Llanada
- Coro de Araia (Asparrena)
- Grupo Coral Erkametza (Elburgo/Burgelu)
- Coro Aiala (Alegria-Dulantzi)
- Coro Kataliturri (Barrundia eta San Millan/Donemiliaga)
- Coro Eguzkilore (Agurain/Salvatierra)
* 12:00 Laboratorio del gusto Slow food. Donde las productoras y productores nos fueron exponiendo el trabajo en sus explotaciones, el producto que ofrecen y donde poder conseguirlo.
Como es costumbre realizamos una degustación de nuestros productos locales.
* 13:00 Taller de cocina infantil. Slow food
Como en otras ocasiones nuestro compromiso con la Organización para contribuir a la expansión de esta iniciativa, y trasladar desde un taller de cocina de niñas y niños esta filosofia ,donde trocearon y asaron verduras ecológicas y las degustaron ante la incredulidad de sus propios progenitores y acompañantes.
13:30 Concierto de la Banda de Araia.
Además, toda la mañana animación con JO TA FA y diversos talleres durante toda la jornada
Slow Food Araba-Álava colaboró activamente pues cree que la dimensión local respeta las exigencias de los territorios, y que podemos convertirnos en garantes activos de esta dimensión a través del acto de producir y seleccionar el alimento que comemos.
Nuestro convivium y nuestra comunidad del alimento son lugares donde practicar y actuar a fin de que la parte de sistema viviente que nos ha sido confiada, en la que estamos inmersos, funcione de manera constructiva. El cambio, en la práctica, parte a escala local. Porque se supone que nosotros conocemos nuestro territorio, con sus límites y hasta sus mínimos detalles, que sabemos valorizar sus cualidades y corregir sus defectos, que lo sabemos comprender y también tenemos la posibilidad de permanecer vigilantes sobre él.
La cosa más lógica que podemos hacer es apoyar y emprender prácticas de escala local. Actuar a escala local significa sobre todo construir economía local: cuidar de la propia casa, del propio territorio, fomentando procesos virtuosos o enriqueciendo los ya existentes. Se puede realizar en el ámbito de la producción de alimentos, de la distribución o de las decisiones cuando hacemos la compra.
En una dimensión local es más fácil devenir coproductores. Se ayuda a los productores para que se vean gratificados, remunerados por una compensación justa, y para que sus condiciones de vida sean dignas. Se actúa para que los coproductores puedan comprar a precios justos, sea para ellos sea para los productores. La forma mejor de fomentar los pequeños grandes cambios que auspiciamos es partir de nuestras vidas, de nuestros comportamientos, de la relación que tenemos con el territorio y las personas que lo habitan.
Por otro lado para todo lo propugnado y dicho hasta ahora la palabra clave es: educación. No existe cambio, en los comportamientos o en la cultura, si no se acepta el compromiso educativo como parte integrante de él.
Un compromiso que ha de someterse a discusión en primer lugar a sí mismo, de revolucionar primero sus propias metodologías y después el contenido de lo que ha de enseñar. So «educar significa crear futuro», la calidad del futuro que hoy preparamos depende de la calidad y la cantidad de educación que estemos en grado de ofrecer. ¿Quién educa a quién? ¿Cuáles deben ser los contenidos de las acciones educativas? ¿Y cuáles las modalidades?
A la primera pregunta la respuesta es innegablemente fácil: «todos educan a todos». Es innegable, y forma parte de nuestra experiencia cotidiana: las cosas que sabemos, las cosas que comprendemos las aprendemos de una multiplicidad de fuentes, y las verificamos y rectificamos gracias a un número igualmente alto de referencias. Estamos, conscientemente o no, expuestos de continuo a la acción educativa de alguien o de algo.
Un protagonista importante, es obvio, es la escuela, pero hay que admitir que el mismo sistema de enseñanza está necesitado de un proceso de revolución antes de poder devenir funcional al cambio que invocamos y que camina en la dirección de la justicia y del bienestar universal. Y después estamos nosotros, y asociaciones como la nuestra: nuestros potenciales educativos son altísimos, y se distinguen desde siempre por su concreción, por el hecho de que se enseña actuando, se aprende degustando, oliendo, observando, cultivando. La experiencia de los Laboratorios del Gusto antes, y de los huertos escolares después, unida a la cantidad de citas didácticas que hemos creado a lo largo de los años y a la incesante actividad editorial de nuestra asociación, nos ha permitido convertirnos en un punto de referencia para la didáctica conectada a los temas del gusto, del ambiente, de lo agroalimentario.