La estructura organizativa de base del movimiento Slow Food se llama convivium, cuyo significado remite al banquete, reencuentro en torno a la mesa no sólo para compartir la comida sino para favorecer el diálogo, la reflexión y el placer de la sociabilidad. Éste acaso sea el aspecto más alto y más noble que la cultura del alimento haya sabido consolidar en el tiempo.
La sociabilidad, el intercambio de ideas y experiencias, la afectividad, la jocosidad amistosa e incluso la consolidación de los pactos de trabajo: todo ello se produce a través de la compartición de la comida.
La convivialidad refuerza la búsqueda del bien común y la capacidad de cada ser de modelar su propio avenir generando eficiencia sin degradar el ambiente. Bien visto, la pequeña producción agrícola, la economía local vinculada al territorio, los artesanos de la alimentación, pueden ser los verdaderos protagonistas de la convivialidad.
La convivialidad en su doble significado (la comida y la sociabilidad), es un componente indispensable para el bienestar de la humanidad y se puede expresar con gran creatividad y de formas diferentes en los diversos terruños del mundo.
Con esta idea un grupo de miembros del convivium Slow Food Araba-Álava se trasladó a la residencia Goizalde, para personas con discapacidad física, al objeto de establecer la citada convivialidad en torno a un taller de cocina utilizando los productos que ellos mismos cultivan dentro de sus actividades terapéuticas y de ocio.
Este centro comenzó en mayo de 2012 con dos mesas de cultivo, en la actualidad cuentan con cuatro y una línea en tierra de plantas aromáticas, fresas, arándanos, grosellas etc. El centro intercambia visitas con otros centros para ver los avances que cada uno tiene, intercambiar experiencias y los progresos en el cultivo ecológico, lo que les sirve en unas ocasiones de orgullo por lo bien que tienen su huerto y en otras como acicate para ir mejorando. Los inquilinos de esta residencia, de forma voluntaria, cooperan en mantener el huerto, están entusiasmados con el mismo, ya que pueden ver el resultado de su trabajo y a la vez ir observando el crecimiento de las plantas, su floración, frutos y por último la recolección e ingesta de lo cultivado.
Recibidos amablemente por Leire Atiega, terapeuta ocupacional y Marta, psicóloga del centro, responsables del proyecto del huerto ecológico, nuestro primer paso fue reunirnos, al aire libre y al lado de las mesas de cultivo, con los participantes en el taller de cocina-huerto para conocernos mutuamente.
Después de explicarles cual era el motivo de nuestra visita, les fuimos encomendando tareas de ayuda para procesar los productos y finalmente degustar un pequeño aperitivo, que fue bautizado como “Rollo Goizalde”.
Una vez todos conformes con lo que se iba a realizar, la primera acción fue recolectar los pocos productos que disponían en su huerto, a los que añadimos algunos traídos por nosotros, cebolla, berenjenas, acelgas, calabaza, etc. Terminada la recolección, comenzó la fase de manipulación y preparación en “cocina” de los productos, para lo que nos prestaron toda su colaboración.
Para que hubiese una buena intercomunicación entre todos, se pasaba la preparación de estas verduras a la plancha por turnos, para que todos la vieran, probasen y opinasen sobre su desarrollo.
Después del trabajo hay que reponer fuerzas, así que se degustaron el resultado y todos quedaron muy satisfechos con las suaves texturas de sus productos, su sabor natural, como alguno dijo “……Gracias todos los que colaboraron: Marifeli, Maite, Eli, Claudio y Gaspar , que por una mañana hicieron felices a Mary, Loli, Susana, Flora, Harold, Lourdes, Mari Jose y Santi entre otros.