Las leyes físicas no perdonan, no aguantan nuestras demoras. Si el enfermo está grave hemos de intervenir, de lo contrario el enfermo muere. En la coyuntura actual podemos proceder para aliviar los síntomas, pero ya no podemos sanarlo. Hubiéramos debido hacerlo hace 30 años, pero no lo hemos hecho. Estamos en presencia de la mayor emergencia que la humanidad haya jamás debido de afrontar, pero nadie actúa con conciencia clara de la gravedad del asunto».
Un mensaje bien claro éste de Luca Mercalli, presidente de la Sociedad Meteorológica Italiana y divulgador científico, conocido por sus columnas periodísticas y sus libros (de entre ellos señalamos Il mio orto tra cielo e terra). Nos hemos citado con él para debatir sobre la gravedad de la situación que estamos experimentando.
Una cosa es cierta, no hay mucho tiempo que perder. Por esta misma razón Slow Food lanza Menú para el cambio, la primera campaña de comunicación y recaudación de fondos internacional, que evidencia la relación entre producción alimentaria y cambio climático. Hay cambios evidentes –prosigue Luca Mercalli- pero por el momento aún son manejables: los glaciares de los Alpes se han reducido a la mitad en un siglo, el nivel del mar ha subido 20 cm durante el mismo período, vivimos olas de calor inéditas en Europa, como los 40 grados en la llanura Padana. En cascada, cada uno de estos fenómenos provoca alteraciones en los ecosistemas, como por ejemplo la presencia de parásitos antes inexistentes que ponen en dificultad nuestra agricultura, o la proliferación de insectos que se encuentran con mejores condiciones. Algunos de ellos, como el mosquito tigre, son portadores de enfermedades para los seres humanos en Italia. Sequías, ciclones e inundaciones, sucesos que han existido siempre, pero no a esta escala e intensidad. El verdadero peligro es el vertiginoso aumento de la temperatura, un fenómeno que se ha acelerado en los últimos 30 años. Para tomar algún tipo de medidas nos queda tiempo solo hasta 2020.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos?
«La green economy nos ofrece muchas respuestas, pero los ciudadanos, al ver, quizás, que la política ignora el problema, tampoco lo consideran prioritario. Basta con ver las dificultades para organizar una recogida de desperdicios diferenciada, para lo que se busca cualquier tipo de coartada cuando se trata de algo sencillísimo. Después están las iniciativas más complicadas, como aquellas relacionadas con la energía renovable o los transportes. Hay que hacer todo lo posible en la búsqueda de cualquier tipo de ahorro de energía y conversión de la parte que se consume en renovable. Esto es cuanto han decidido los suizos en un referendum reciente que establece el plan energético hasta 2050. Contempla la reducción del uso de energía, sobriedad energética, conversión en fuentes de energía renovables –hidroeléctrica, solar- y clausura de las centrales nucleares. Finalmente, aunque no menos importante, la alimentación. Si entre el 20 y el 25% de las emisiones globales proceden del sector agroalimentario, una cuota importante, es evidente que nuestras costumbres alimentarias influyen sobre el clima y sobre el medio ambiente. A la hora de la compra optemos por el bajo consumo de carne, que tiene el mayor peso en la producción de gas invernadero, optemos por comprar según las estaciones y, en la medida de lo posible, alimentos de proximidad».
Y fomentando los alimentos de proximidad Slow Food Araba continúa en el mercado de la Almendra con nuestros productores cercanos, en esta ocasión con Marcelino Santiago, productor de pollos de caserío ecológicos.
La Eco Granja Orikitxa es un proyecto de desarrollo local basado en la producción de alimentos ecológicos, principalmente pollo, hortalizas y verduras. Marcelino Santiago (perito agropeuario) interesado en el mundo rural y su desarrollo a través de actividades relacionadas con la producción, transformación y comercialización de productos agroecológicos.
Actualmente en Orikitxa producen hortalizas y pollos camperos en ecológico. Para la agricultura disponen de 1 ½ hectárea en bancales elevados; Disponen de un invernadero. Puesto que están en zona de secano (Audícana) han construido una balsa de riego. Los pollos disponen de 2,5 m2 por animal, al aire libre en parques en rotación con gallineros móviles que van desplazando. Trabajan con pollo rojo y pollo gris que compran con un día de vida; los crían de forma tradicional con una fuente de calor y muchos cuidados hasta que pueden salir al exterior. Ahora llevan los pollos a un matadero donde los sacrifican y envasan, pero a futuro quieren construir su propio matadero en la finca. La venta la realizan a través de proyectos de consumo o directamente en los mercados.
El pintxo de pollo a la plancha con salsa alavesa de verduras ecológicas al vino tinto ayudó a que los coproductores conocieran el producto y lo degustaran. Gracias como siempre a los voluntarios y voluntarias (Maite, Marifeli, Adolfo, Josean, Pepulu, Miguel, Marcelino, etc.).