En el marco de las iniciativas para fomentar el consumo de productos locales en nuestra sociedad, el pasado 9 de septiembre Slow Food estuvo presente en el Mercado que UAGA y AGA S. Coop. organizan.
Instalado en la Plaza de los Celedones de Oro (frente a Correos), con el fin de acercar a los vecinos y vecinas la oportunidad de conocer de primera mano los alimentos que se producen en Álava, contó con una veintena de puestos en los que las personas que se acercan pudieron adquirir, directamente de las explotaciones alavesas, legumbres, hortalizas, embutidos, queso artzai-gazta, miel, pan, vino, huevos, pollo, txakolí, etc.
El rasgo que caracteriza a Slow Food, su principal razón de ser a nivel mundial es la defensa y la protección de la diversidad. La diversidad vista como un factor incalculable e irreemplazable para la calidad de vida de las criaturas de este planeta y del planeta en sí mismo. Una diversidad que se concibe no solo desde el punto de vista científico y genético, sino también desde el plano de la cultura, de los acuerdos y organizaciones sociales, de las lenguas y de las relaciones comunitarias e individuales con las esferas sagradas y espirituales. Hemos elaborado nuestra propia definición de calidad alimentaria (que se resume en el lema «Bueno, limpio y justo para todos») como un marco teórico en el que la diversidad tiene un papel central imprescindible.
No puede haber calidad alimentaria sin diversidad porque la diversidad es el corazón palpitante, el órgano vivo desde donde el cuerpo de nuestra asociación extrae su alma para expresar su peculiaridad y su identidad. Si la comida no es buena, limpia y justa para todos, entonces no es buena, ni limpia ni justa para nadie. Este es el mensaje que nos distingue y que nunca debemos olvidar.
La única forma de hacerlo realidad y de darle relevancia es defendiendo, aceptando y valorizando la diversidad que supone el estrato para que pueda crecer en ella. En sus treinta años de actividad, Slow Food ha tenido la oportunidad de encontrarse y experimentar con muchas diversidades.
La organización las ha usado como objeto de formación y estudio, se ha fascinado observándolas, las ha utilizado como método para hacer una interpretación detallada de las áreas locales sin caer en reduccionismos o simplificaciones. Centrándonos en la alimentación y partiendo del quid de la cuestión (es decir, la supervivencia y la adaptación de cualquier comunidad en la Tierra), entendimos de qué manera se puede estar más familiarizado con el mundo, cómo se pueden entender las historias y las estratificaciones de cientos de años y de qué forma se pueden percibir los sentimientos y los desarrollos para imaginar y planificar trayectorias de significado.
Por consiguiente, consideramos que incluso el eslogan que ha dado a Slow Food su identidad internacional (Bueno, limpio y justo) pierde su importancia y su efectividad si no se respalda con la diversidad. Aprender a entender la diversidad: este es el reto que afrontamos todos nosotros en este siglo. Entender que aceptar y respetar la diversidad es el camino a seguir, incluso cuando esto nos irrita y cuando tenemos que luchar para que encaje con nuestras categorías de pensamiento. La diversidad (ante todo la alimentaria en nuestro caso) es un elemento de la identidad que debe considerarse de forma holística. Sin diversidad no puede haber identidad, y nosotros cultivamos nuestras raíces precisamente en relación con el otro, siendo conscientes y aceptando la diversidad del mundo.
No se trata de un mercado más de los que acostumbramos a ver por la ciudad, sino un punto de encuentro donde las personas productoras alavesas ofrecen lo mejor que nuestra tierra proporciona, a un precio justo para el consumidor y digno para ellos. Además de garantizar la continuidad del sector, manteniendo la vida en los pueblos, favoreciendo la economía local y el desarrollo sostenible.
Terra Madre nos constriñe a razonar sobre un concepto de calidad del alimento que no sólo atañe a sus virtudes gustativas, sino que se amplía hacia el respeto por el ambiente y la justa remuneración de los productores.
Para Slow Food y Terra Madre ésta obligación tiene que ver con el respeto por las agriculturas tradicionales y sostenibles, las únicas que han protegido desde siempre la agro-biodiversidad, los recursos y las diversidades culturales, cuyo portabanderas son los productores de pequeña escala, las mujeres, los ancianos, los pueblos indígenas.
El alimento es aquello que debería recordarnos a diario que somos parte de la naturaleza, que pertenecemos a ella, que nos hallamos en su seno en el mayor sistema viviente. El alimento procede de la Naturaleza a través de la Tierra, a través de nosotros se convierte en cultura y después regresa a la Naturaleza, siempre a través de la Tierra. Exactamente cómo hacemos nosotros mismos, que al final de nuestra vida regresamos a formar parte de la Tierra. Nuestro metabolismo es el de todos los sistemas vivientes: animales, plantas, microorganismos, la Tierra misma.
En esta ocasión Slow Food Araba ofreció un pincho de pollo ecológico a la plancha de Marcelino Santiago de la granja Orikitxa.
La Eco Granja Orikitxa es un proyecto de desarrollo local basado en la producción de alimentos ecológicos, principalmente pollo, hortalizas y verduras. Marcelino Santiago (perito agropeuario) interesado en el mundo rural y su desarrollo a través de actividades relacionadas con la producción, transformación y comercialización de productos agroecológicos.
Actualmente en Orikitxa producen hortalizas y pollos camperos en ecológico. Para la agricultura disponen de 1 ½ hectárea en bancales elevados; Disponen de un invernadero. Puesto que están en zona de secano (Audícana) han construido una balsa de riego. Los pollos disponen de 2,5 m2 por animal, al aire libre en parques en rotación con gallineros móviles que van desplazando. Trabajan con pollo rojo y pollo gris que compran con un día de vida; los crían de forma tradicional con una fuente de calor y muchos cuidados hasta que pueden salir al exterior. Ahora llevan los pollos a un matadero donde los sacrifican y envasan, pero a futuro quieren construir su propio matadero en la finca. La venta la realizan a través de proyectos de consumo o directamente en los mercados.
Para los más pequeños también se instaló un taller de pinturas y experiencias varias aportado por NIREA.