La transformación de los alimentos necesita de un regreso a la tierra, entendido como retorno a los saberes antiguos y tradicionales, a los conocimientos y a los oficios que desaparecen junto a la biodiversidad y la labor campesina a ellos vinculada. Recuperar los oficios, reaprenderlos o apoyarlos, revitalizar el sentido más profundo de lo artesano, son otros posibles modos de regreso a la tierra.
Lo más sencillo para ese regreso a la tierra lo podemos realizar todos allá donde vivamos. Es la selección de nuestros alimentos, el devenir consciente de que «comer es un acto agrícola». Sólo de esta forma podemos pasar de consumidores pasivos a coproductores activos, que comparten el conocimiento de los alimentos con quienes lo producen, aprecian el pago adecuado de los esfuerzos por producir de modo bueno, limpio y justo, respetan las estaciones, buscan al máximo posible el alimento local, lo promueven, enseñan sus características y los métodos productivos a sus hijos.
Devenir coproductores significa devenir campesino en nuestro interior, reasimilar la alimentación y por tanto regresar a la tierra aunque no se cultive directamente. Los coproductores sostienen a quien regresa al campo y creen que la alimentación puede continuar siendo portadora de valores indispensables para una vida digna de tal nombre.
En este marco de intenciones hemos estado presentes, una vez más, en el stand diferenciado del Mercado de la Almendra, que se celebra el primer sábado de cada mes en Vitoria-Gasteiz valorizando, en esta ocasión a la
Miel del Gorbea
En las estribaciones del Parque Natural del Gorbea, en el centro neurálgico del valle de Zuia, está Murguía, una villa tranquila, con poco más de 800 habitantes, con un paisaje y unas construcciones que recuerdan a cada paso que nos hallamos en el País Vasco.
Entre los sólidos caseríos de la localidad destaca por su especial importancia para los apicultores de la zona, la Casa Oregi, inaugurada en 2001 y gestionada desde entonces por la Asociación de Apicultores del Gorbea. La casa acoge un moderno y didáctico Museo de Apicultura por el que pasan miles de visitantes cada año y es la sede de la Asociación de Apicultores, donde desarrollan gran parte de sus actividades formativas. Cuenta además con una sala de extracción y envasado de miel donde los apicultores pueden llevar a procesar su cosecha. El auge que ha tenido el rubro apícola en estos últimos años a causa del buen precio alcanzado por la miel, produjo una gran demanda de cera, polen, propóleos, jalea real, núcleos y reinas, notándose una sustancial reactivación del mercado de los materiales apícolas, tales como colmenas e implementos. Junto a este auge comercial hay una gran conciencización de los beneficios aportados por la miel , no solo como remedio sino también como alimento esencial en la dieta humana y las importantes propiedades del polen como reconstituyente, mas el propóleos en medicina, despertó el interés de mucha gente en iniciarse en el rubro, dándole un carácter empresarial, siendo muy necesaria una previa capacitación.
La comarca del Gorbea cuenta con una flora diversa y abundante a raíz de su accidentada geografía que la hacen ser una zona realmente privilegiada para el desarrollo de la apicultura.
El producto principal de esta explotación es la miel, la cual es comercializada en ferias artesanales, agrícolas.
Para desempeñarse como apicultor y llegar a ser productor se necesita una especialización teórico-práctica que no se logra en corto plazo.
La miel posee la mayoría de los elementos minerales esenciales para el organismo humano. Conociendo la importancia de las funciones biológicas que desempeñan estos elementos minerales no es de extrañar que la miel se recomiende como sustituto de otros azúcares refinados que sólo poseen valor energético.
Además, también contienen vitamina C y varias del grupo B, en pequeñas cantidades, pero que ayudan a llegar a los niveles mínimos necesarios, junto con el resto de la dieta.
A través de todos los tiempos, la miel se ha empleado como remedio para la salud, unas veces consumiéndola y otras, aplicándola exteriormente le atribuyen infinidad de propiedades.
El polen es un producto natural recolectado de la antena de la flor y que la abeja transforma al añadir néctar y sustancias propias, convirtiéndolo en un excelente alimento.
El propóleo es una sustancia resinosa de color pardo rojizo o amarillo verdoso producida por las abejas a partir de resinas vegetales y que tienden a oscurecerse. Este polímero balsámico resinoso de las abejas contiene, fundamentalmente, cera y aceites esenciales, y es una sustancia muy compleja, soluble en alcohol y en solventes tales como éter, acetona, benceno, tricloroetileno y otros (comentario extraído de “La Opiñón”).
Este producto es muy apreciado por sus propiedades antiflogísticas (antiflamatorias), antitóxicas, anestésicas, estimulantes, antioxidantes, bacteriostáticas, bactericidas, antisépticas y cicatrizantes.
Muchos han sido los que a lo largo de la mañana se han interesado por este excelente producto de nuestra productora de Manurga, Inés Iturrate, y han probado nuestros pinchos a base de flor de artzai-gazta y miel del Gorbea.
Una vez más hay que agradecer a las voluntarias y voluntarios de Slow Food que han estado a la altura, tanto en la preparación de los pintxos como proporcionando información y publicidad de nuestra organización a los visitantes al mercado.