Tanto las instituciones como la ciudadanía de Vitoria-Gasteiz han mostrado durante las últimas décadas un decidido compromiso con la mejora de la calidad de vida y la sostenibilidad, las cuales se han hecho evidentes en el éxito de la utilización de la red de centros cívicos, la materialización del Anillo Verde, una mejora continua en la gestión del agua y de los residuos, cambios integrales en materia de movilidad sostenible, etc. y que se vieron reconocidas a nivel internacional con la capitalidad Verde Europea 2012.
Sin embargo, la cuestión alimentaria sigue siendo un reto pendiente a pesar de los numerosos eventos y continuas experiencias que proliferan en nuestra ciudad orientadas hacia un sistema alimentario más sostenible, en su mayoría promovidos por una numerosa relación de agentes concienciados y decididamente implicados. Resulta llamativa la escasa atención a la cuestión agroalimentaria en algunos de los documentos publicados durante los últimos años, como la Declaración de Vitoria-Gasteiz Green Capital 2012 leída en la clausura del Congreso Nacional de Medio Ambiente.
De acuerdo a los datos de población y los hábitos alimentarios de la ciudadanía de Vitoria-Gasteiz se estima que en nuestra ciudad se sirven más de 800.000 raciones de comida diariamente. Esto supone que los alimentos están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida (hogares, supermercados, pequeño comercio, máquinas expendedoras, comedores públicos, establecimientos de restauración, etc.), a la vez que un gran volumen de materias que es preciso producir, transportar, comercializar, cocinar, consumir y desechar continuamente.
Con relación a la producción de alimentos, los sistemas predominantes se caracterizan por estar orientados a grandes producciones en condiciones intensivas, lo que conlleva la utilización y dependencia de insumos en forma de fertilizantes inorgánicos, herbicidas, maquinaria, energía, etc. El impacto ambiental negativo de estos sistemas es evidente y se traduce en una manifiesta pérdida de biodiversidad, erosión de suelos, contaminación de aguas con nitritos, re siduos de pesticidas, etc.
La comercialización se basa en el acopio de esos grandes volúmenes de alimento, almacenamiento y transporte hacia los puntos finales de consumo, lo que comporta un importante consumo de energía, principalmente de fuentes no renovables, como el petróleo.
Pero además, incluso en el sistema alimentario actual existente en nuestro entorno más cercano, y tal como se desprende de los informes elaborados por el Observatorio de Alimentación, se ha generalizado el consumo de dietas muy desequilibradas (deficientes en frutas, legumbres y verduras, y excedentarias en proteína de origen animal) que acarrean unas tasas crecientes de problemas de sobrepeso, obesidad, diabetes, e hipertensión entre la población. Esto va en detrimento de los costes sanitarios y la calidad de vida de la ciudadanía. Evidentemente, el consumo de alimentos que además de nutritivos estén exentos de residuos químicos, pesticidas, etc., relacionados con la incidencia de ciertos cánceres, contribuiría a reducir otras problemáticas sanitarias.
Por tanto, y dado que el alimento es un elemento central en nuestras vidas, se puede y se debe erigir en parte central de la solución a los retos que plantea la situación actual de crisis ecológica, social y económico-financiera de la sociedad en general, y de nuestra ciudad en particular: generación de empleos y desarrollo económico; fomento de hábitos saludables, adaptación a escenarios de cambio climático, reducción de emisiones y mitigación; lucha frente a la pobreza y desigualdades sociales, etc.
Creemos que el sistema alimentario local puede y debe evolucionar hacia una mayor sostenibidad sobre la base de:
- El fomento de sistemas locales de producción y consumo de alimentos comprometidos con la generación de servicios ecosistémicos, que contribuyan a impulsar y reafirmar un sistema territorial más ecológico y sostenible, en el que se complementen los intereses del espacio rural y urbano:
- Una ordenación del territorio que considere y facilite dicho sistema alimentario local sostenible, alineado con los objetivos de un proyecto estratégico para el Ayuntamiento como es la implantación de una Reserva de la Biosfera en Álava Central.
- La disponibilidad de alimentos sanos (sin residuos químicos), nutritivos, y a un precio justo para todos los ciudadanos (tanto para consumidores como los productores) además de ser un derecho para los ciudadanos, debe erigirse en una prioridad en el ámbito del diseño de políticas.
- La sostenibilidad y la justicia social a partir de la ecoeficiencia, la solidaridad, la vertebración social y la generación de empleo y riqueza para el conjunto de la sociedad.
- La “potenciación de un nuevo tipo de agricultura respetuosa con el medioambiente y la promoción de los ciclos cortos y más racionales de producción, comercialización y consumo en materia de alimentación. De este modo, se contribuirá a reducir la huella ecológica de la ciudad y a aumentar la seguridad alimentaria.
- La puesta en valor de la actividad agraria como sector estratégico y elemento clave para la conservación del territorio.
- Y como no el fomento de mercados de productores locales periódicos, preferentemente ecológicos, adaptados a los hábitos de vida de los vecinos, donde se pueda conocer el producto, el productor y dar respuesta a cuantas preguntas se plantea hoy la sociedad sobre alimentación saludable.
En esta ocasión tuvimos a Aitor Marauri de Rivo de Moreta, quien a pesar de la mala climatología de toda la mañana estuvo al pie del cañón valorizando su excelente aceite virgen Arróniz de Rioja Alavesa.
Por su parte las cocieneras y cocineros de Slow Food dieron a degustar cecina de potro de la Montaña Alavesa aderezada con este néctar de olivo de Rioja Alavesa.