Como hemos afirmado en innumerables ocasiones actuar a escala local significa sobre todo construir economía local: cuidar de la propia casa, del propio territorio, fomentando procesos virtuosos o enriqueciendo los ya existentes. Todo esto se puede realizar cuando hacemos la compra ayudando a los productores para que se vean gratificados, remunerados por una compensación justa, y para que sus condiciones de vida sean dignas.
A nivel productivo la pequeña escala es, además, aquello que siempre hemos de apoyar, porque la producción de dimensión local, principalmente para la propia comunidad, será el futuro de los sistemas agrícolas. Se trata de un modo de producir que, al ser practicado por quien cuida del territorio, está en condiciones de salvar las razas animales y las variedades vegetales autóctonas y, por tanto, la biodiversidad. Esta escala es la dimensión en que se practica la transmisión de los saberes tradicionales y populares, de padre a hijo y de agricultor a agricultor. Las economías locales de pequeña escala son lugares de difusión y conservación del conocimiento, de formación de identidad, de afirmación de los individuos y de las comunidades. Tenemos que subrayar que la economía local productiva no es un regreso al pasado, sino lo más moderno aún desde un punto de vista económico. Son sistemas más justos y sostenibles de distribución de la riqueza y del bienestar a todos los niveles. Permiten tomar las riendas de nuestras vidas junto a las de nuestros amigos, en lugar de dejar que otros decidan por nosotros sobre cuestiones determinantes como son nuestros derechos y los de la Tierra.
En este marco de intenciones hemos vuelto a estar presentes, el 2 de agosto de 2013, en un stand diferenciado para nuestros productores y nuestros productos en el Mercado de la Almendra, que se celebra el primer sábado de cada mes en Vitoria-Gasteiz y dentro del Rincón de la Capitalidad, con el único objetivo de ahora valorizar los productos alaveses de calidad así como el trabajo de nuestros productores.
En esta ocasión ha ejercido de anfitrión el txakolí de Álava, y nos han acompañado productoras como Rosa Segurola de la Bodega Beldio Txakolina, así como el Gerente de la D.O Arabako Txakolina, José Antonio Merino.
Muchos han sido los que a lo largo de la mañana se han interesado por esta vino peculiar del país vasco, que en concreto en Álava su elaboración se circunscribe geográficamente a la Comarca de Ayala, que está compuesta por 5 municipios: Aiala, Artziniega, Amurrio, Laudio y Okondo. Dicha Comarca se sitúa en la zona septentrional del Territorio Histórico de Álava, de la Comunidad Autónoma del País Vasco, a cuyo clima atlántico se adaptan perfectamente las variedades de vid autóctonas seleccionadas como la “hondarribi zuri “ y la “hondarribi beltza”, que son las variedades principales.
Genéricamente el txakolí es un vino blanco típico del País Vasco, que se define como joven, fresco, afrutado y sensiblemente ácido. Característico de un ambiente húmedo y templado, es un excelente acompañante que va bien con todo tipo de entrantes, pescados y mariscos.
Y especialmente el txakolí alavés es un vino joven de color amarillo paja, brillante con intensos aromas frutales propios de su variedad, equilibrada acidez y marcada personalidad. Su sabor es suave y ligero.
Durante los últimos años el consumo de este producto ha despertado un gran interés. Es un vino fácil de tomar en consonancia, con las tendencias actuales de beber vinos ligeros, frescos y afrutados. Así lo corroboran los grandes cocineros que lo aconsejan en sus cartas. Al tratarse de un vino de año, no se debe dejar envejecer en bodega, por lo que se recomienda tomarlo en el año de su cosecha.
Históricamente podemos decir que Los primeros testimonios escritos hallados muestran que ya en el año 864 la producción de txakolí en Álava era práctica común y generalizada entre los agricultores en el Valle de Ayala particularmente en Amurrio, Laudio y Ayala. Así en el cartulario de San Millán de la Cogolla, aparecen referencias escritas de que en el año 987 se cultivaban en la Tierra de Ayala vides para la elaboración de vino. En los siglos XIII, XIV y XV la plantación de viñedo de txakolí se extendía por toda la geografía de la Comarca de Ayala al amparo de unas ordenanzas fuertemente proteccionistas, que impedían la entrada de vino de fuera hasta que no se hubiera consumido el propio. Así podemos encontrar en el archivo de Arespalditza lo que es la primera aparición de la palabra «chacolín» en archivos municipales del País Vasco el 1 de noviembre de 1623.
También Benito Pérez Galdós en su novela «Vergara» de la serie Episodios Nacionales, hace referencia al txakolí de Amurrio en 1899.
Esta situación de desarrollo cambió radicalmente a principios del siglo XX al producirse una regresión importantísima que causó la desaparición casi completa de la vid. En 1877 se había llegado a las 550 Ha., pero sucesivas plagas de oídio, filoxera y mildiu mermaron la plantación lo que unido a otros factores, como la industrialización y los cambios en los gustos de los consumidores, hicieron que en Ayala el cultivo de las viñas y producción de txakolí prácticamente desapareciera, a excepción del elaborado por los fundadores de la actual Asociación Alavesa de Productores Artesanos de Txakolí- Arabako Txakolina Elkartea, entre los que cabe destacar a D. Celedonio Campo Otaolaurrutxi de Kostera en Aiara que mantuvo viva la llama del txakolí en la Comarca de Ayala, o el impulsor de la propia Asociación y de la génesis de lo que acabaría siendo la Denominación de Origen Arabako Txakolina-Txakoli de Álava D. Eugenio Álava, ya fallecido, también de Amurrio, quienes habían conservado y desarrollado una tradición centenaria más por afición y deseo de mantener las costumbres heredadas de sus mayores que por el rendimiento económico que obtenían.
En el primer cuarto del siglo XX la extensión de la plantación de viñedo había ya descendido a 93 Has. y en el momento de la fundación de la Asociación, estaba prácticamente desaparecida, a la sazón no alcanzaba las 5 Has. Además, la plantación se encontraba muy dispersa y las variedades de uva no eran en todos los casos las más adecuadas para la elaboración de txakolí.
Por suerte hoy en día nuestro txakolí goza de una buena salud y sus casi 150 has. de viñedo podemos decir que garantizan su supervivencia.
Maridando este néctar alavés las cocineras y cocineros de Slow Food deleitaron a cuantos se acercaron a nuestro stand con un cucurucho de trigo ecológico y flor de artzai-gazta impregnada de arrope de txakolí y stevia.
Una vez más hay que agradecer a los voluntarios y voluntarias de Slow Food que han estado a la altura, tanto en la preparación de los pintxos como proporcionando información y publicidad de nuestra organización a los visitantes al Mercado.