Comenzó la jornada del 16 de junio de 2011, con la presentación de la misma por parte de Uxue de la Fundación Zadorra diciendo que se enmarcaba dentro del trabajo en red que realizamos varias asociaciones del Territorio Histórico de Álava. Con el objetivo de seguir promoviendo una alimentación local más sostenible Slow Food Araba-álava y la Fundación Zadorra y en colaboración con Bionekazaritza, Gasteiz en Transición, Munduko Arrozak, Bioalai y Bidezko Bidean ha realizado esta convocatoria para conocer el proyecto de las Huertas de Nalda.
Una vez de presentar a las ponentes Yolanda Rubio y Fabiola Pérez iniciaron su conferencia contandonos este proyecto recientemente premiado por el Ministerio de y Medio Rural y Marino. Trabajan en red comenzando por lo local y llegando a proyectos internaciones con el Sahara o Uruguay.
En el valle del Iregua, se sitúa el alma del proyecto Club de consumo Huertas del Iregua, asentado sobre el andamiaje de la solidaridad y que ha permitido recuperar tierras abandonadas en Nalda para dar trabajo a varias agricultoras y crear una red de casi un centenar de consumidores a los que se abastece semanalmente de productos hortícolas y frutas de la zona.
Podría parecer que este proyecto ha muerto de éxito, pero no, vive de él, y de una corriente de solidaridad que ha aflorado en los habitantes de Nalda desde hace una década, cuando El Colletero (palabra utilizada para el vendedor de planta de col y berza), asociación para el empleo y el desarrollo sostenible, echó a andar y puso en pie pequeños planes para hacer la vida más fácil a las gentes de la zona, sobre todo las que lo tenían más difícil.
Ha aflorado porque estas socias tienen claro que la experiencia asociativa fraguada hace medio siglo en torno a la cooperativa agrícola es lo que aporta esa disposición de todo el mundo a echar una mano. Esto no se puede hacer con dos personas ni con tres, este pueblo tiene un montón de gente volcada y cada una pone a disposición de los demás lo que mejor sabe hacer. En lo colectivo es donde está la fuerza para superar dificultades.
Opinan que este proyecto, aunque no hubiera salido adelante, el intento ya habría merecido la pena. Pero no sólo ha salido adelante, ha superado todas las expectativas y el reconocimiento del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino con uno de los Premios de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales de 2010. El proyecto se puso en marcha en octubre de 2009 y en mayo de 2010 comenzaba a funcionar el club de consumo. En medio año han conseguido rozar el centenar de socios que se habían puesto como meta.
El proyecto surge de la experiencia de El Colletero de llevar fincas de ciruelos que prácticamente estaban abandonadas. Los mayores se van desanimando porque ven que sus tierras están sin cultivar y es muy fácil que las vendan. Los ciruelos los cultivan a través de la cooperativa agrícola, le dan al propietario un 20% de lo que queda al vender la producción y el porcentaje correspondiente a la cooperativa como socios que son.
Así estuvieron unos años y, claro, la gente les decía que por qué no cultivában también las huertas que tenían abandonadas. Estudiaron el tema y vieron la posibilidad de ponerlo en marcha. Con las tres hectáreas de tierra podían generar empleo para dos o tres agricultoras y crear una red de distribución sin intermediarios, directamente de la huerta a casa, eslogan de su proyecto. Un papel en la plaza del pueblo anunciaba a los vecinos lo que necesitaban: cesión de tierras y de forma gratuita. En dos días tenían 30.000 metros cuadros de tierra baldía que llevaban abandonadas 7 años. A la gente le hace mucha ilusión verlas de nuevo cultivadas. En ese afán de aprender escuchan a todos, los viejos agricultores y los jóvenes ingenieros, y luego adecúan los consejos a su objetivo: realizar un tipo de agricultura nada invasiva. Mantienen los lindes y dejan espacio sin cultivar alrededor de la huerta con el fin mantener la fauna, realizan un consumo eficiente del agua, no usan productos fitosanitarios (han instalado trampas en todas las fincas), dominan la hierba sin herbicidas, aportan abonos naturales o mantienen la cubierta vegetal en los suelos con frutales. Un tipo de agricultura, en fin, de respeto escrupuloso a la tierra. Si bien su objetivo más inmediato, primordial, ha sido dar trabajo a tres mujeres en el campo –y está conseguido-, hay un rendimiento social y cultural que impregna el alma de este proyecto. Hay una red de voluntarios dispuesta a ayudar sin contraprestación: y en este tejido solidario cuenta desde el vecino que ha cedido las tierras, el grupo de mujeres que se encarga cada semana de preparar las cestas para su distribución o el agricultor que les ha dejado el tractor gratis…
Compra semanal
Las tres hectáreas que cultivan entre frutales y hortalizas les permite abastecer, con una buena planificación de los cultivos, las demandas de los casi cien socios que dejan en sus manos que les hagan la compra cada semana. Al Club de consumo Huertas del Iregua pertenecen ahora mismo alrededor de una centena personas que pagan 50 euros al comenzar el mes y reciben cada martes una cesta con hortalizas y frutas frescas cultivadas en un radio de 20 kilómetros en torno a Nalda. Las cestas se distribuyen a través de la Tienda de la Solidaridad, en Logroño, a donde acude cada socio a recoger su compra semanal. Cestas que si no se recogen son donadas a personas o instituciones necesitadas. Todo, productos de temporada.
Aproximadamente la mitad de las hortalizas y frutas provienen directamente de los huertos que ellas cultivan y el resto, de las cooperativas de Nalda, de Albelda y de Moncalvillo y, en casos puntuales, de agricultores particulares. La única excepción a ese radio de acción son los productos de comercio justo.
La planificación de los cultivos es fundamental para que esta cadena funcione. Recurren a productos de temporada –dos verduras para consumir frescas, otras dos para cocer y un par de kilos de fruta, el consumo semanal de tres personas– e incorporan también algunas verduras u hortalizas “más exóticas” para que haya variedad de una semana para otra, como la achicoria o la albahaca. Para sus socios incorporan alguna receta. Socios que son muy sacrificados, tienen que ir a recoger su compra un día concreto y se encuentran con una serie de productos frescos que tiene que cocinarlos. Tienen que cambiar el chip, de tirar de bote o coger un congelado a meterse en la cocina y dedicarle tiempo. Los consumidores no eligen qué quieren.
El premio concedido por el Ministerio les sirvió de excusa para una reunión reciente con los socios en torno a un recital poético de Miguel Hernández. Se quedaron sorprendidas de la cantidad de jóvenes que son consumidores de las cestas.
Con cien basta
Las posibilidades de crecimiento del proyecto son inmensas. Saben que bastaría una nueva convocatoria para conseguir más tierras y un poco de tiempo para agregar nuevos consumidores. Pero no va a ser así. Con cien basta. Es el tope que se han marcado. Una vez consolidada esta iniciativa –esperan subvenciones para poder comprar maquinaria e instalar sistemas de riego más sostenibles, entre otras necesidades.
Extracto del reportaje de Vanessa Ruiz Cristóbal de Cuaderno de Campo 25
Acabada la conferencia y contestadas algunas interesantes preguntas de los asistentes, se ofreció a los presentes 3 creacciones gastronómicas elaboradoas por l@s cociner@s de Slow Food Araba-Álava. El primero consitió en una tosta de pan integral ecológico elaborado por Arte-pan para presentar el foigras artesanal que se elabora en Nalda y terminada con una pasa de ciruela claudia.
En segundo lugar y festejando por adelantado la jornada de los arroces del Mundo elaboramos una tradicional paella de verduras ecológicas del Mercado de la Tierra, para terminar con una mousse de arroz con leche con estevia y mermelada de Nalda. Estos pintxos que fueron muy alabados por los asistentes, mientras charlaban afanosamente sobre lo escuchado, se maridaron con el excepcional txakoli de Artomaña Eukeni.
Al finalizar el encuentro se repartieron las plantas solicitadas a la Dulce Revolución de Josep Pàmies.