En el marco de las iniciativas para fomentar el consumo de productos locales en nuestra sociedad, el pasado 6 de abril de 2019, UAGA y AGA S. Coop. organizaron un nuevo Mercado Agrícola Transparente en el que Slow Food Araba colaboró activamente.
Como en otras ocasiones contamos con una veintena de puestos en los que las personas que se acercan podrán adquirir, directamente de las explotaciones alavesas, legumbres, embutidos, huevos, queso, miel, pan, vino, txakoli, mermeladas, etc.
No se trata de un mercado más de los que acostumbramos a ver por la ciudad, sino de un punto de encuentro entre el campo y la ciudad, donde las personas productoras alavesas ofrecen lo mejor que nuestra tierra proporciona, a un precio justo para el consumidor y digno para ellos.
Además de garantizar la continuidad del sector, manteniendo la vida en los pueblos, favoreciendo la economía local y el desarrollo sostenible.
Slow Food Araba colaboró con un stand ofreciendo nuestra filosofía y un pequeño laboratorio del Gusto poniendo en valor nuestros productos y la importancia de nuestra alimentación. Este tipo de mercados nos recuerdan a nuestros mercados de la tierra de Slow Food.
Con el proyecto de Mercados de la Tierra Slow Food se ha propuesto crear una red de mercados campesinos, de lugares en los que los productores presentan y venden directamente sus productos de temporada. El primer objetivo es pues acortar distancias entre la tierra y la mesa, un paso ulterior para lograr el reconocimiento de los coproductores.
En los Mercados de la Tierra pueden tomar parte tan sólo pequeños productores que operen en un entorno máximo de 40/80 kilómetros del lugar de la venta. El mercado se gestiona mediante un comité de gestión, resultado de una alianza entre entes públicos, productores y Slow Food.
Coproductores somos todos a partir del momento en que nos acercamos al mundo de la comida con un espíritu lo más cercano posible al de quien la produce, con el conocimiento de lo que significa ser un agricultor o un quesero, con la voluntad de conocer las características de los productos que deseamos adquirir. Uno de los sistemas más eficaces para conseguir tal resultado es el contacto directo entre quien lleva alimentos a su mesa y aquel que a esos alimentos ha dado la vida.
En un mercado de la tierra participan sólo productores, y estos venden sólo sus propios productos. De esta forma se asume en primera persona la responsabilidad del trabajo y de la calidad de lo que presentan en el mercado; además, tienen el compromiso de describir sus productos, la labor en que se basan, de definir su calidad y, en consecuencia, justificar el precio que se requiere: todo un sistema de comunicación que se manifiesta mediante la organización de degustaciones y de actividades de educación del gusto. Es una necesidad y también una oportunidad social: un mercado de este tipo deviene lugar de encuentro, un pretexto más para reunirse.
En un mercado de la tierra se pueden vender sólo productos locales, o sea, pertenecientes a la cultura alimentaria de la comunidad en que se desarrolla ese mismo mercado: la referencia geográfica es la provincia o bien una distancia máxima de 40 kilómetros entre el lugar de producción y la comunidad sede del mercado. Esto crea una oportunidad de desarrollo para las economías locales y es un modo de defender el ambiente, amenazado en primer lugar por la contaminación que genera el transporte de los alimentos. Una de las consecuencias directas de estas condiciones es la venta de productos de temporada: un modo asimismo de respetar la naturaleza y sus ritmos, y una ocasión de recuperar ese placer de esperar al momento justo para cada alimento.
No por regla, pero sí por conclusión implícita, los Mercados de la Tierra están reservados a esos pequeños productores que han de realizar un mayor esfuerzo para competir con el circuito de la gran distribución, pero cuyas dimensiones permiten con frecuencia ofrecer productos de calidad. Quien es admitido en estos mercados ve reconocida la posibilidad de una retribución correcta de su labor, pero también se compromete a trasladar esa equidad a sus propios empleados.
Los productos vendidos en los Mercados de la Tierra han de responder a los criterios de bueno, de limpio y de justo: unas normas que son establecidas en documentos de autocertificación que cada productor suscribe en el momento de su admisión. Han de ser productos naturales; obtenidos a partir de procesos tradicionales y respetuosos con el ambiente: en este sentido, certificaciones como la biológica y la biodinámica son por completo bienvenidas pero no constituyen un título de preferencia. Se considera implícito el rechazo de los cultivos OGM, contra los cuales nuestra asociación está comprometida con toda energía.
Los mercados de la tierra asimismo salvaguardan el ambiente al generar el menor número de desperdicios posible y librarse de ellos de forma correcta, con atención al ahorro energético y al uso máximo posible de materiales de consumo biodegradables.
Los precios deben ser justos y claros y estar justificados: deben remunerar de manera justa el esfuerzo de quien trabaja y las materias primas necesarias para obtener un producto de calidad, pero también han de revertir en el comprador el beneficio de unos menores costes de intermediación.
Por todas estas cuestiones estuvimos el pasado sábado en este Mercado realizando un pequeño laboratorio, poniendo en valor nuestras legumbres, su aporte saludable en cuanto a proteínas, hidratos de carbono y la sostenibilidad, junto al aporte a la fertilidad de nuestras tierras que aportan la producción de estos productos. Elaboramos en público un humus de garbanzos con queso de Izoria y chorizo de Arbulo que hicieron, como casi siempre las delicias de los que se acercaron a nuestro stand.