El VII Congreso Internacional de Slow Food reunió a un gran número de delegados de todo el mundo. Un total de 400 activistas alimentarios, procedentes de 90 países, en la ciudad de Chengdu, China, del 28 de septiembre hasta el 1 de octubre de este año.
Dada la naturaleza y la importancia de este momento y la atención que Slow Food está prestando a las cuestiones medioambientales, el objetivo principal de los organizadores fue conseguir que el impacto medioambiental del evento disminuya. Slow Food International y Slow Food Great China están trabajaron juntos para afrontar este reto.
Desde 2006, Slow Food ha prestado mucha atención a las formas de reducir el impacto medioambiental de sus eventos.
El Terra Madre Salone del Gusto de Slow Food, el evento y feria bienal más grande de Slow Food, está diseñado para minimizar el impacto ecológico a
través de un enfoque holístico llamado Systemic Event Design (diseño de eventos sistémico).
En este Congreso de Slow Food hemos sido conscientes de que la mayor parte de la huella medioambiental que generó este evento está relacionada con las emisiones de CO2 que del transporte de invitados y ponentes de 90 países distintos hasta China.
Por eso, Slow Food ha escogido como socio el South Pole Group, que ha certificado el evento como neutro en carbono, ya que se compensarán las emisiones generadas por el congreso.
El total de emisiones de CO2 que generamos en el evento de Slow Food se ha calculado utilizando una herramienta online sofisticada y manejable desarrollada por South Pole Group, que obtiene los factores de emisión de fuentes de confianza como Defra. La colaboración con South Pole Group permitirá que Slow Food compense estas emisiones tanto como sea posible.
Las emisiones generadas por el Congreso, incluidos los vuelos de ida y vuelta a China, serán compensadas a través del proyecto Huóshui Grouped Small Hydropower. Este proyecto, localizado en áreas subdesarrolladas de la China rural, contribuye a mitigar los gases de efecto invernadero a través de la producción de energía hidroeléctrica como alternativa al consumo de combustibles fósiles. El proyecto consta de 95 plantas de energía individuales, que utilizan la corriente de los ríos para generar electricidad limpia. Las plantas de energía hidroeléctrica están distribuidas en cuatro provincias: 67 en el Municipio de Chongqing, 9 en la Provincia de Yunnan, 13 en la Provincia de Sichuan y 6 en la Provincia de Guizhou. En estas áreas se encuentran algunas de las comunidades de China más desfavorecidas y menos desarrolladas. Además, son el hogar de diversos grupos étnicos minoritarios, cada uno con su propia cultura y sus tradiciones. Alrededor de un 80 % de los trabajadores de la compañía pertenecen a minorías étnicas. El proyecto mejora la calidad del aire local, crea oportunidades de formación y de ocupación y proporciona canales de agua que mejoran las oportunidades agrícolas.
Entre los temas principales del Congreso Internacional de Slow Food ha estado presente el reto del cambio climático: la agricultura y la producción alimentaria representan una de las causas principales del cambio climático, pero en Slow Food creemos que también pueden convertirse en una parte de la solución. China es un país de relevancia crucial para el sistema alimentario mundial y puede desempeñar un papel decisivo en este cambio global. El Congreso Internacional reflejó la visión de Slow Food sobre la sostenibilidad medioambiental y sobre la innovación social.
El Congreso Internacional de Slow Food reunido en Chengdu (China) lanza “Menu for Change” (Menú para el cambio), la campaña para atenuar el cambio climático
«Todos estamos involucrados: el cambio climático es una crisis presente que requiere el esfuerzo común de toda la humanidad. Cada una de nuestras decisiones marcará la diferencia, porque la suma de nuestras acciones individuales es el motor del cambio». Desde China, ante los 400 delegados en representación de la red de Slow Food y Terra Madre de 90 países, Carlo Petrini reafirma que el calentamiento global es una realidad, no compete a un futuro indefinido, sus efectos se advierten ya hoy.
De ahí la exigencia de reforzar el mensaje: «Para Slow Food es un deber ocuparse del cambio climático: no existe calidad alimentaria, no existe bondad sin respeto por el medio ambiente, los recursos y el trabajo».
Durante la sesión de apertura del Congreso los delegados y los expertos de la red de Terra Madre y Slow Food han manifestado sus experiencias:
Remi Ie, Japón. Presidente de “Slow Food Nippon”.
«En Japón 2017 ha sido un año catastrófico para los pescadores y los agricultores. Nuestro país era conocido como “el país de las cuatro estaciones”, pero este año hemos padecido lluvias intensísimas que han asolado la isla de Kyushu. En el norte los pescadores no han conseguido capturar salmones a causa del cambio de las corrientes oceánicas, y se ven especies ícticas típicas de mares templados. Además, todos han sido testigos de cambios inusuales en la floración de los cerezos».
Francesco Sottile, Italia. Docente de Cultivos Arbóreos y Arboricultura Especial en la Universidad de Palermo.
«Europa ha pasado el verano con una sequía dramática, interrumpida por inundaciones repentinas que han causado desastres hidrogeológicos. Estos excepcionales sucesos provocan efectos dramáticos sobre la agricultura, la historia y las culturas tradicionales sobre todo en las zonas rurales más indefensas. Durante algunos años hemos atribuido el cambio climático a las incesantes emisiones causadas por la producción industrial, y solo recientemente existe constancia del papel que desempeñan la agricultura y la ganadería. ¿Pero existen modelos agrícolas diferentes? Es necesario actuar. Los gobiernos con los objetivos globales de contención de las emisiones de gas invernadero, cada uno de nosotros con sus propias decisiones cotidianas».
Tiejun Wen, China. Decano ejecutivo, Instituto de Estudios Avanzados para la Sostenibilidad de la “Renmin University” e Instituto para la Reconstrucción Rural, “Southwest University”.
«Para hacer frente a los cambios actuales es necesario trabajar sobre la integración entre los contextos urbano y rural y sobre una nueva urbanización como estrategia para el desarrollo e innovación del sistema. En China, hoy en día existen 30.000 ciudades, 600.000 municipios administrativos y 3 millones de aldeas rurales bajo administración de 3000 condados, ciudades y distritos, donde tienen su sede cerca de 3 millones de empresas de pequeñas y medianas dimensiones. Sin embargo, el sistema basado en el desarrollo de las áreas urbanas y las instrucciones estándar, a menudo no se halla en condiciones de responder a las instancias de las áreas rurales. La población rural, que cuenta con más de 500 millones de personas, y las culturas rurales, deberían ser consideradas a partir de sus propias especificidades como forma de poner en marcha un desarrollo ecosostenible. En el centro de este desarrollo habría que ubicar tres conceptos: la solidaridad con los derechos de los campesinos, la seguridad agrícola ecológicay la sostenibilidad ambiental rural. Para hacer frente al cambio es necesario encarar el paso de un modelo político basado en el capital hacia un modelo basado en las personas».
Mbaye Diongue, Senegal. Inmigrante senegalés en Italia
«En Senegal las catastróficas consecuencias del cambio climático han comenzado ya un periplo insidioso e imparable en zonas costeras como Bargny o St Louis, donde barrios enteros han sido tragados por un mar que avanza inexorablemente. La gran cuestión que nos concierne a nosotros, africanos, y en general a los países pobres o en vías de desarrollo, es si todo esto lo hemos merecido, dónde está nuestra culpa. En África hemos contribuido poco o nada al cambio climático. ¿Por qué hemos de sufrirlo sin contar con las herramientas, los medios, la capacidad real de hacer frente a los cambios en curso?».
Alma Rosa Garcés Medina, México. Bióloga en la Universidad Autónoma Nacional de México.
«En el sureste de México el mal uso de los ecosistemas tropicales y la adopción de sistemas erróneos de producción han determinado una fuerte crisis, con impactos no solo ecológicos, sino también económicos y sociales. Para hacer frente a las devastaciones provocadas por estos cambios es necesario adoptar políticas públicas, educativas y productivas diferentes, y es necesario adoptar una estrategia de desarrollo local sostenible».
John Kariuki Mwangi, Kenia. Vicepresidente de la Fundación Slow Food para la Biodiversidad, coordinador de los proyectos de Slow Food en Kenia y miembro del Consejo Internacional de Slow Food para el África central y oriental.
«En Kenia, mi país, las comunidades de pastores son las más afectadas y muchos de ellos se ven obligados a emigrar. Si no se toman en seria consideración medidas de atenuación y adaptación, la situación no podrá sino empeorar. En África y en todo el mundo esta es la labor que está realizando Slow Food mediante la promoción de la agroecología, la defensa de la biodiversidad, codo a codo con los productores en el campo. Mucho está por hacer y Slow Food no puede vencer en solitario».
Slow Food lanza hoy “Menú para el cambio”, la primera campaña de comunicación y recogida de fondos internacional que vincula la alimentación y el cambio climático. Con Menú para el cambio se aspira a demostrar que justamente a partir de la alimentación cada uno de nosotros puede y debe marcar la diferencia, y se quiere exponer cómo la red de Slow Food sostendría y daría valor a las soluciones para producir alimentos mitigando el impacto sobre el clima, trabajando por la defensa de la biodiversidad, la educación alimentaria y ambiental, sensibilizando a todos los actores de la cadena alimentaria y tratando de influenciar la política a todos los niveles.
El sector agrícola es responsable del 21% (FAO 2015) de las emisiones totales, frente al 37% del energético, el 14% de los transportes y el 11% de la industria. En el seno del sector agroalimentario la fuente principal de gas invernadero es el metano producido por las ganaderías intensivas, que incide en un 40% para todo el sector; le sigue el uso de fertilizantes sintéticos: 13% de las emisiones. Finalmente, una fuente adicional de CO2 se debe al transporte de los productos alimentarios desde los lugares de producción hasta los de distribución y compra: la distancia media a recorrer por nuestros alimentos hasta alcanzar nuestras mesas se ha duplicado en los últimos 30 años.
También tuvimos tiempo de defender nuestra ponencia de temas prioritarios para Araba, Euskadi y España mientras poníamos como muestras de lo conseguido y presentábamos nuestra aceite de Rioja alavesa y Sal de Salinas de Añana.
Desde China llegan los desafíos de Slow Food para los próximos años: «Defender la diversidad en todas sus formas, trabajar para reducir las desigualdades y para garantizar un acceso a los conocimientos para todos».
Con la comida se puede cambiar el mundo. El Séptimo Congreso Internacional de Slow Food finaliza en Chengdu marcando el camino por recorrer durante los próximos años.
«Este Congreso reafirma nuestro rechazo al actual modelo de desarrollo. En estos días de trabajo, los testimonios de la red de Slow Food y Terra Madre han confirmado que ya existen modelos alternativos exitosos. Además, la joven red de Slow Food en China ha emprendido también este camino con decisión, y esto supone un factor extraordinario si tenemos en cuenta la cantidad de desafíos futuro en los que este país podría desempeñar un papel decisivo. Así lo expresó Carlo Petrini durante el discurso de clausura del Congreso que lo reconfirmó como presidente ante los 400 representantes de la red de 90 países.
Defender la diversidad en todos sus aspectos, combatir las desigualdades y difundir el conocimiento.
«Revitalicemos la red, las empresas justas, a pequeña escala: en el ámbito local es donde tenemos la fuerza y el poder para incidir. Desde hace trece años, la red de Slow Food la conforma Terra Madre. Mantengámonos del lado de los más humildes, apoyémoslos en los campos, defendámoslos en los mercados de campesinos, reforcémoslos con la alianza entre cocineros y productores».
En la parte final de estos días de trabajo, el Congreso ha aprobado la Declaración de Chengdu: la necesidad de luchar para garantizar a todos un acceso a la comida buena, limpia, justa y sana; el acceso al conocimiento como un derecho común y la misma dignidad para los conocimientos tradicionales y académicos; el rechazo a cualquier exclusión de carácter político, económico y social; la protección del medio ambiente como principal prioridad de nuestra actividad también a través de campañas; la necesidad de reafirmar que la diversidad es la mayor riqueza que tenemos como seres humanos y como colectivo y la voluntad de afrontar a todos los niveles la repartición desigual de las riquezas y de las oportunidades.
El Congreso también ha ordenado al nuevo grupo directivo, entre los que de nuevo me encuentro, definir durante los próximos tres años una profunda reestructuración organizativa en términos de inclusividad y de apertura.
La directiva que permanecerá en funciones hasta el año 2020 está formada por consejeros en representación de 32 países. Además de la Declaración de Chengdu, se han votado también seis mociones del Congreso fruto de un intenso trabajo colectivo:
• «El cambio climático, nuestras elecciones alimentarias, la agricultura que queremos»;
• «África de Slow Food y Terra Madre»;
• «La biodiversidad, los saberes, la comunidad y la cultura que queremos defender y apoyar»;
• «Los conocimientos de los pueblos indígenas, aliados clave para enfrentar los desafíos globales»;
• «La transmisión de saberes, el acceso al conocimiento, la “Universidad difusa”»;
• «El plástico en los ecosistemas del planeta: una amenaza para nuestra comida y para nuestra salud».
El Congreso ha confirmado también su compromiso con la campaña Menú para el Cambio, lanzada en su inauguración, para llamar la atención sobre el problema del calentamiento global y su relación con la producción y el consumo de alimentos como prioridad para toda la red».
Próximamente recibiréis más información sobre los pequeños detalles del Congreso.
me encanta éste movimiento, que conlleva volver a tomarnos en serio nuestra vida y nuestra alimentación, y por tanto tratar la comida como un momento de relación con los demás.