Desde Slow Food hemos dicho siempre que no nos gusta demasiado la palabra consumidores, que queremos ser coproductores; en una dimensión local intentamos ayudar a los productores y productoras para que se vean gratificados, remunerados por una compensación justa, y para que sus condiciones de vida sean dignas.
La mejor forma de fomentar los pequeños grandes cambios que auspiciamos es partir de nuestras vidas, de nuestros comportamientos y actuaciones, de la relación que tenemos con el territorio y las personas que lo habitan. A nivel productivo la pequeña escala es, además, aquello que siempre hemos de apoyar, porque la producción de dimensión local, principalmente para la propia comunidad, será el futuro de los sistemas agrícolas. Se trata de un modo de producir que, al ser practicado por quien cuida del territorio, está en condiciones de salvar las razas animales y las variedades vegetales autóctonas y, por tanto, la biodiversidad. Impide sobreexplotar recursos como la tierra, el agua y la energía para actuar de forma que se renueven y estén disponibles en el futuro.
La pequeña escala es la dimensión en que se practica la transmisión de los saberes tradicionales y populares, de padre a hijo y de agricultor a agricultor. Las economías locales de pequeña escala son lugares de difusión y conservación del conocimiento, de formación de identidad, de afirmación de los individuos y de las comunidades. La continua relación entre productores y coproductores significa intercambio de conocimientos, de productos, de información, de innovación y de sincera amistad.
Intentando poner en práctica todo esto estuvimos presentes, el pasado 4 de octubre, en el Mercado mensual de La Almendra con un rincón, este año Rincón de la Capitalidad Gastronómica, donde nuestras productoras y productores responsables nos traen su experiencia y su producto. En esta ocasión le tocó el al queso Artzai-Gazta y una de sus mejores embajadoras, como es Irune Audícana, de Gereñu, estuvo acompañándonos con su producto.