La dimensión local respeta las exigencias de los territorios, y podemos convertirnos en garantes activos de esta dimensión a través del acto de producir y seleccionar el alimento que comemos. Nuestro convivium y nuestra comunidad del alimento son lugares donde practicar y actuar a fin de que la parte de sistema viviente que nos ha sido confiada, en la que estamos inmersos, funcione de manera constructiva. El cambio, en la práctica, parte a escala local. Porque se supone que nosotros conocemos nuestro territorio, con sus límites y hasta sus mínimos detalles, que sabemos valorizar sus cualidades y corregir sus defectos, que lo sabemos comprender y también tenemos la posibilidad de permanecer vigilantes sobre él.
La cosa más lógica que podemos hacer es apoyar y emprender prácticas de escala local. Actuar a escala local significa sobre todo construir economía local: cuidar de la propia casa, del propio territorio, fomentando procesos virtuosos o enriqueciendo los ya existentes. Se puede realizar en el ámbito de la producción de alimentos, de la distribución o de las decisiones cuando hacemos la compra. En una dimensión local es más fácil devenir coproductores. Se ayuda a los productores para que se vean gratificados, remunerados por una compensación justa, y para que sus condiciones de vida sean dignas. Se actúa para que los coproductores puedan comprar a precios justos, sea para ellos sea para los productores. La forma mejor de fomentar los pequeños grandes cambios que auspiciamos es partir de nuestras vidas, de nuestros comportamientos, de la relación que tenemos con el territorio y las personas que lo habitan.
A nivel productivo la pequeña escala es, además, aquello que siempre hemos de apoyar, porque la producción de dimensión local, principalmente para la propia comunidad, será el futuro de los sistemas agrícolas. Se trata de un modo de producir que, al ser practicado por quien cuida del territorio, está en condiciones de salvar las razas animales y las variedades vegetales autóctonas y, por tanto, la biodiversidad. Impide sobreexplotar recursos como la tierra, el agua y la energía para actuar de forma que se renueven y estén disponibles en el futuro. La pequeña escala es la dimensión en que se practica la transmisión de los saberes tradicionales y populares, de padre a hijo y de agricultor a agricultor. Las economías locales de pequeña escala son lugares de difusión y conservación del conocimiento, de formación de identidad, de afirmación de los individuos y de las comunidades; y también significan oportunidades de intercambio, las condiciones que lo permiten, tal y como ocurre en el seno de la red de Terra Madre. No pretendemos construir sistemas de economía local y de producción/distribución de pequeña escala para que permanezcan cerrados en si mismos; los deseamos fuertes e independientes para poder practicar la más amplia apertura.
En este marco de intenciones hemos estado presentes, el día 7 de junio de 2014, en un stand diferenciado, en el Mercado de la Almendra, que se celebra el primer sábado de cada mes en Vitoria-Gasteiz y dentro del Rincón de la Capitalidad, nuestro objetivo va a ser a partir de ahora valorizar los productos alaveses de calidad así como el trabajo de nuestras productoras y productores.
En esta ocasión ha ejercido de anfitrión la sidra de Álava y nos han acompañado productores como Benito Peciaña, Koldo Borobia o Juán Antonio Aretxaga, presidente de la Asociación de Sidreros de Araba. Las cocineras y cocineros de Slow Food han ofrecido al público, con mucho éxito un pintxo de Salmorejo de Calabaza ecológica y gelatina de sidra.
Muchos han sido los que a lo largo de la mañana se han interesado por este producto casi desconocido en nuestro territorio pero parte de nuestro patrimonio alimentario.
Una vez más hay que agradecer a las persoans voluntarias de Slow Food que han estado a la altura, tanto en la preparación de los pintxos como proporcionando información y publicidad de nuestra Organización a los visitantes al Mercado.
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