Para nuestra humanidad deviene imprescindible regresar a la tierra y más cuando tenemos todas las posibilidades para hacerlo y existen tantas formas para poder hacerlo.
En primera instancia, regreso a la tierra puede significar en concreto volver a cultivar, a practicar la agricultura. Los campos de todo el mundo se han despoblado o se despueblan. Cada vez es más frecuente que los jóvenes no sientan la necesidad de continuar la labor de sus padres y, donde las familias no cultivan ya la tierra desde hace generaciones, el oficio de agricultor es muy raramente contemplado como opción de vida en el futuro de un muchacho o de una muchacha.
Pero, para que esto no ocurra, en primer lugar, es necesario restituir el orgullo y la dignidad a la labor agrícola, una de las más útiles, delicadas, importantes y –no está de más añadirlo- de las más bellas que existen. Producir alimentos para uno mismo y para el prójimo es el modo más puro y completo de reponer el alimento en el centro de la propia vida, insertándose armónicamente en los sistemas naturales, interaccionando con ellos con respeto por preservarlos y hacerlos evolucionar, obteniendo el necesario sustento y una gratificación que pocos trabajos en el mundo pueden igualar.
Sin embargo, objetivamente, no todos los seres humanos tienen la posibilidad de ejercer de agricultor. No la tienen, por ejemplo, las personas que viven en áreas urbanas. Aunque también en las áreas urbanas se puede “regresar a la tierra”. Incluso ésta deviene una exigencia irrenunciable en un momento en que la población que vive en la ciudad supera con mucho a la que vive en el campo. Por un lado, se puede “cultivar la ciudad”; por otro, todos podemos y debemos volver a ser campesinos aun no cultivando de manera concreta. Es indispensable para construir sistemas locales de distribución de alimentos también en la ciudad, como los mercados campesinos o los grupos de compra solidaria. Las periferias y los campos cercanos a la ciudad pueden volver a estar al servicio de la ciudad y de una alimentación local y de temporada también en los centros urbanos.
Asimismo, la transformación de los alimentos necesita de un regreso a la tierra, entendido como retorno a los saberes antiguos y tradicionales, a los conocimientos y a los oficios que desaparecen junto a la biodiversidad y la labor campesina a ellos vinculada. Recuperar los oficios, reaprenderlos o apoyarlos, revitalizar el sentido más profundo de lo artesano, son otros posibles modos de regreso a la tierra.
Lo más sencillo para ese regreso a la tierra lo podemos realizar todos allá donde vivamos. Es la selección de nuestros alimentos, el devenir consciente de que «comer es un acto agrícola». Sólo de esta forma podemos pasar de consumidores pasivos a coproductores activos, que comparten el conocimiento de los alimentos con quienes lo producen, aprecian el pago adecuado de los esfuerzos por producir de modo bueno, limpio y justo, respetan las estaciones, buscan al máximo posible el alimento local, lo promueven, enseñan sus características y los métodos productivos a sus hijos.
Devenir coproductores significa devenir campesino en nuestro interior, reasimilar la alimentación y por tanto regresar a la tierra aunque no se cultive directamente. Los coproductores sostienen a quien regresa al campo y creen que la alimentación puede continuar siendo portadora de valores indispensables para una vida digna de tal nombre.
En este marco de intenciones hemos estado presentes, en un stand diferenciado, en el Mercado de la Almendra, que se celebra el primer sábado de cada mes en Vitoria-Gasteiz y dentro del Rincón de la Capitalidad, nuestro objetivo va a ser a partir de ahora valorizar los productos alaveses de calidad así como el trabajo de nuestras productoras y productores.
En esta ocasión ha ejercido de anfitrión el aceite, variedad Arróniz, de Rioja alavesa y nos han acompañado productores como Aitor Díaz de Cerio y Aitor Marauri, productores de la localidad de Moreda de Álava. Las cocineras y cocineros de Slow Food han ofrecido al público, con mucho éxito un pintxo de crema de habas y aceite de Rioja Alavesa.
Muchos han sido los que a lo largo de la mañana se han interesado por esta variedad autóctona, por la manera de producir y por los canales de distribución del Producto; en concreto en esta ocasión se ha podido adquirir Rivo de Moreta en proceso ecológico y hay que decir que ha tenido un éxito ya que una hora antes de cerrarse el mercado nuestros productores se quedaron sin producto.
Una vez más hay que agradecer a los miembros voluntarios de Slow Food que han estado a la altura, tanto en la preparación de los pintxos como proporcionando información y publicidad de nuestra organización a los visitantes al Mercado.
En el próximo Mercado de la Almendra estaremos presentes con el txakolí de Álava y sus productores.
1 comentario