Continuando con la labor de acercamiento entre consumidores y productores y sensibilizándonos, si cabe un poco más, de la gran labor que realizan nuestros trabajadoras/es de la tierra en la gestión de nuestro territorio y en mantenimiento de la biodiversidad y medio ambiente, el 26 de marzo de 2011, visitamos en esta ocasión la Granja de Remelluri, en Labastida. Mucho antes de introducirse la moda de los cultivos ecológicos, la Granja prescindió de manera drástica del empleo de herbicidas, abonos minerales, productos sintéticos, etc.
Una agricultura integrada con un gran respeto al medio ambiente; se mantienen y fomentan setos, plantaciones, con árboles que conviven bien con la viña, como almendros, melocotones, higos y sobre todo olivos, que además facilitan la polinizan, siendo las flores libadas por las abejas.
El origen de la Granja Remelluri se pierde en la noche de los tiempos. Una necrópolis en el centro de la finca indica la existencia de un poblado ya en el siglo X y nos habla del conde alavés «Erramel», fundador de «Erramelluri», topónimo histórico altomedieval.
En este lugar, rodeado de antiguos viñedos, tallado en la roca se encuentra un antiguo lagar de vino, constituyendo seguramente uno de los vestigios vitivinícolas más antiguos de La Rioja. En el siglo XIV, monjes jerónimos se asientan en estas tierras, creando una granja monástica, que se hace dependiente del santuario del Toloño, situado en la cumbre de este monte.
Los cultivos de la granja, protegidos de vientos y heladas, gozan de un microclima excepcional. En su entorno, vestigios de poblaciones prehistóricas, romanas, visigodas, árabes y finalmente medievales, nos hablan de una actividad agrícola desde tiempos remotos.
Los monjes abandonaron el lugar en el siglo XV; el santuario se mantiene con ermitaños que dan culto hasta muy entrado el siglo XIX. La granja y el monasterio quedan dependiendo de la Real Divisa, ente comunal del que forman parte todos los pueblos de los alrededores del Toloño. Administran las tierras agrícolas de la granja, atendiendo con sus frutos la importante masa de peregrinos que de todos los lugares acudían a orar al santuario. El libro de cuentas más antiguo conservado en el Ayuntamiento de Labastida, fechado en 1596, reseña ya todos los años y hasta el siglo pasado la aportación de vino en cántaras de la Granja Nuestra Señora de Remelluri. En1837, en la primera guerra civil el santuario es incendiado por las tropas liberales después de vencer un asedio a los carlistas de Peñacerrada. En 1845, con la ley de desamortización, fueron vendidos terrenos, casas, incluso la ermita de Santa Sabina al mejor postor.
Un hacendado de Labastida adquiere el núcleo principal, manteniendo el viñedo. Esta propiedad, de aproximadamente 20 hectáreas, llega intacta hasta 1967, siendo en este año adquirido por el industrial guipuzcoano Jaime Rodríguez Salis.
Desde entonces y a lo largo de cuatro decenios, la Granja Nuestra Señora de Remélluri va recuperando sus antiguas tierras, contando actualmente con 154 hectáreas, 105 de las cuales constituyen un restaurado viñedo; origen de los vinos de Remelluri.
El hijo pequeño de Jaime, Sancho, nos recibe amablemente en la citada granja para recorrer los viñedos; comienza contándonos como su familia, natural de Irún, por un problema de asma en uno de sus miembros deciden trasladarse a Labastida por recomendación médica. Adquieren una casa en un estado bastante deteriorada y comienza el proyecto de la familia; Jaime, hombre energico y con mucha visión de futuro decide hacer algunos pinitos en el mundo de la elaboración del vino. Pronto se dan cuenta que están en un lugar muy peculiar del que sale un fruto muy diferenciado y vinos de alta calidad; poco a poco van adquiriendo más terrenos y más viñas hasta conseguir hoy una de las más bellas explotaciones vitivinícolas de la Rioja.
Desde el principio Jaime procuró elaborar un producto saludable, respetando el medio ambiente, como algo natural que se debe hacer por consideración a la propia tierra y al futuro de generaciones venideras. Hoy sus hijos continuan con la misma filosofía que los nuevos tiempos están confirmando como la adecuada para tratar las 110 hectáreas que conforman La Granja; poseen algunos de los viñedos más altos de la Rioja. Sancho pone en valor la importancia de coexionarse con la naturaleza, con la diversidad de frutales, de fauna, en definitiva del hombre como parte del terruño. Otra característica de esta bodega es que está en medio del monte a diferencia del resto que están en localidades más o menos urbanas, definiendose como el primer Chateau alavés. En el afán de respetar la biodiversidad no sólo han respetado sino que han aumentado otras especies vegetales como los almendros, el melocotón de viña y por supuesto los olivos de los que tienen una hectárea y con cuyo fruto elaboran aceite para consumo propio.
Llamó mucho la atención la recolección de ajos silvestres de culebra o de cigüeña y a los que Sancho aludia definiendolos como sabrosos “……..son un lujo” y más tarde pudimos comprobarlo y darle la razón. Son frutos cuya ingesta se ha ido perdiendo, precisamente por los tratamientos que la inmensa mayoría realizan a sus viñedos; solo los de las explotaciones biodinámicas, como la visitada, se pueden tomar, sin correr riesgos de salubridad.
En plena finca fuimos abordados por el Diario de Noticias de Álava interesandose por las consecuencias que estas visitas tienen para productores y consumidores, realizándonos una pequeña entrevista.
Nuestro anfitrión contunuó explicándonos como han probado dos tipos de plantaciones en vaso y espadera, resultando más interesante la primera por lo que actualmente tienden a reconducirlas al vaso, forma tradicional de Rioja Alavesa. Lo fundamental comentaba es “……..que hay que escuchar a la viña hay que ver como se comporta tu finca”. Durante un tiempo el protagonismo lo han llevado los etnólogos, pero afirma que ya no, la clave es el fruto, es la uva y es el agricultor.que debe estar muy atento a las condicones climáticas para realizar las tareas en el momento adecuado. Para determinados viñedos en los que están respetando distancias muy peculiares entre viñas utilizan una mula como la maquinaria más adecuada. Aunque hay algunas viñas de más de 100 años, la mayoria tienen alrededor de los 40-50 años. Nos fue bautizando los montes que divisabamos según ibamos recorriendo la finca y relatando las peculiaridades de cada terraza y los diferentes vinos que alumbran.
Visitamos los enterramientos del los siglos X y XI, las fuentes naturales de lugar y nos acercamos a la ermita de Santa Sabina, que también estaba en estado ruinoso y que poco a poco han ido restaurando y a la que han unido pinturas de Vicente Ameztoy con diversas representaciónes entre lo profano y lo religioso (San Vicente, San Esteban, Santa Sabina, San Ginés. Santa Eulalia, San Cristóbal y un paraíso muy particular del autor)
Despues de esta hemosa, atípica e interesante visita al aire libre nos dirigimos a la bodega propiamente dicha que comenzó en una nave de corderos, que termino cayendose y comenzaron con la nueva construcción de piedra que sirvió para la primera nave de elaboración con depósitos de roble.
Los miles de barricas, en su mayoría de roble francés, identifican perfectamente la finca y la era o terraza de la que procede la uva que ha servido para su elaboración. También realizan coupage posterior. Naves perfectamente controladas en humedad, temperatura e iluminación custodian un trabajo bien realizado.
Habiendo visto bastantes bodegas, no creimos oportuno dedicarle excesivo tiempo y aprovecharlo en la finca que nos es tan habitual, pero hay que reconocer que tanto el tamaño y como el diseño de las naves es espectacular.
Seguidamente fuimos a los maravillos comedores flanqueados por un hermoso jardín interior donde nos dispusimos a valorar los productos que nos habían preparado.
Comenzamos catando un vino de viura 100% que está en fase experimental acompañado de unas almendras de la finca, fritas en aceite de la Granja y Sal de Salinas de Añana, morcillas caseras a la brasa y deliciosos pimientos riojanos.
También tuvimos la suerte de degustar los ajos silvestres, anteriormente mencionados. Hay que agradecer el esfuerzo realizado por Sancho y su familia por agasajarnos con productos alaveses amigos de Slow Food como la patata Gorbea, la ternera terreña de Adolfo Martínez de Santos, los quesos de Eli de la Lece o los de Iosu de San Vicente para acompañar excelentes productos caseros (aceite, membrillo, miel, yogurt ecológico, espinacas de la huerta, peras, etc.) perfectamente tratadas por la cocina dirigida por alcira y su equipo de cocina. Todos los platos fueron presentados con nombre y apellidos y valorados por los asistentes poníendose en valor las cualidades organolépticas de los mismos.
Todo ello bien regado con un excente reserva, como no podía ser de otra manera, de Granja Remelluri
Otra excelente jornada de acercamiento de consumidores, productos, productores y sensibilidad medioambiental que agradecemos a la familia Rodríguez y en especial a Sancho.