En El País de 5 de mayo de 2009 aparece un artículo sobre la sal de Salinas de Añana, uno de los productos que se apoyan desde el Convivium Slow Food Araba-Álava. En el artículo, que reproducimos a continuación, se menciona la inclusión de la sal de Salinas en el Arca del Gusto y se menciona a Slow Food.
La hora de Salinas de Añana
Una fundación pública impulsada por la Diputación alavesa invertirá 7, 5 millones en tres años en la recuperación de este enclave milenarioTXEMA G. CRESPO – Vitoria – 05/05/2009
Las Salinas de Añana, con dos milenios documentados de explotación, recibieron ayer su último respaldo, gracias al nacimiento de una fundación que gestionará el que será el segundo gran proyecto turístico de Álava. Después de la catedral de Santa María de Vitoria, la Diputación de Álava apuesta por este monumento vivo, de virtudes etnográficas y turísticas reconocidas, al que se aplicará el mismo modelo de explotación que recibe el viejo templo vitoriano: restauración desde el rigor arqueológico y arquitectónico, al mismo tiempo que se impulsa la visita a las obras y, en este caso, se recupera el sugestivo paisaje de las eras de Salinas y la producción de sal. En total, se invertirán 7,5 millones de euros en los próximos tres años.
«Es una de las decisiones de mayor calado que ha tomado hasta la fecha el Gobierno foral, ya que ha hecho posible el arranque de una estructura que dará alas a un proyecto singular, que aúna de manera transversal tres ámbitos estratégicos: la economía, el medio ambiente y la cultura», explicó ayer la diputada de Cultura, Lorena López de Lacalle. Es el principal reconocimiento desde el que ofreció el rey de Castilla Alfonso XI en 1140, cuando concedió el título de villa a esta población alavesa de la que se tiene noticia desde tiempos de Tolomeo (siglo II D. de C.), y que cerró definitivamente la actividad salinera en 2001.
Las miles de eras de Salinas de Añana ya estaban recibiendo desde principios de siglo la atención de la Diputación de Álava, pero no ha sido hasta ahora cuando ese impulso se ha materializado en un proyecto con un plazo de 20 años. Prevé la vuelta a la producción de sal, como delicadeza gastronómica, la generación de energía solar, la apertura de un centro de talasoterapia y la ubicación del pueblo en las principales rutas turísticas del País Vasco.
Se trata de una iniciativa ambiciosa, para lo que no faltan argumentos. Salinas de Añana se encuentra en el centro de la comarca de Valles Alaveses, en el camino natural entre Vitoria y el norte de Castilla. Un pueblo perdido que aparece a la vuelta de una curva, según se llega de la capital vasca, con la apariencia de un espejo construido a lo largo de los siglos. En una ladera del valle, el caserío; en la otra, las 5.500 eras de sal, cuadros de unos 100 metros cuadrados sostenidos por una estructura de troncos de chopo o pino. Ahí se produce una sal respaldada por el movimiento slow food, que la incluye en su «arca del gusto» junto a otros 600 productos de todo el mundo, de escasa producción, casi en vías de extinción.
La fundación contará con un presupuesto anual de 2,5 millones de euros hasta 2011: el Gobierno Vasco aporta más de 1,7 millones de euros, la Diputación de Álava 500.000 euros y la Caja Vital 250.000 euros.
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