Para Slow Food una de las palabras clave en su intento de transmitir una nueva manera de concebir una alimentación responsable y sostenible es LA EDUCACIÓN. No existe cambio, en los comportamientos o en la cultura, si no se acepta el compromiso educativo como parte integrante de él, «educar significa crear futuro».
Estamos, conscientemente o no, expuestos de continuo a la influencia educativa de alguien o de algo. Pero es igualmente innegable que existen elementos más potentes que otros, y existen sobre todo protagonistas de la educación que no declaran sus intenciones. Aún hoy el sistema-mercado es un potente responsable de educación, pero los contenidos de esa educación, los mensajes que difunde, no están en sintonía con nuestra idea de un mundo en el que los derechos de los que hablamos, en particular el derecho a un alimento bueno, limpio y justo para todos, estén garantizados.
No existe cambio, en los comportamientos o en la cultura, si no se acepta el compromiso educativo como parte integrante de él.
Un compromiso que ha de someterse a discusión en primer lugar a sí mismo, de revolucionar primero sus propias metodologías y después el contenido de lo que ha de enseñar. «Educar significa crear futuro», la calidad del futuro que hoy preparamos depende de la calidad y la cantidad de educación que estemos en grado de ofrecer. ¿Quién educa a quién? ¿Cuáles deben ser los contenidos de las acciones educativas? ¿Y cuáles las modalidades?
A la primera pregunta la respuesta es innegablemente fácil: «todos educan a todos». Es innegable, y forma parte de nuestra experiencia cotidiana: las cosas que sabemos, las cosas que comprendemos las aprendemos de una multiplicidad de fuentes, y las verificamos y rectificamos gracias a un número igualmente alto de referencias.
Un protagonista importante, es obvio, es la escuela, pero hay que admitir que el mismo sistema de enseñanza está necesitado de un proceso de revolución antes de poder devenir funcional al cambio que invocamos y que camina en la dirección de la justicia y del bienestar universal.
Y después estamos nosotros, y asociaciones como la nuestra: nuestros potenciales educativos son altísimos, y se distinguen desde siempre por su concreción, por el hecho de que se enseña actuando, se aprende degustando, oliendo, observando, cultivando. La experiencia de los laboratorios del gusto antes, y de los huertos escolares después, unida a la cantidad de citas didácticas que hemos creado a lo largo de los años y a la incesante actividad editorial de nuestra asociación, nos ha permitido convertirnos en un punto de referencia para la didáctica conectada a los temas del gusto, del ambiente, de lo agroalimentario.
Por todo ello, un año más, nos comprometimos con la organización de la III Lautada Eguna para contribuir a la expansión de esta iniciativa con un taller de cocina infantil donde las niñas y niños trocearon y asaron verduras ecológicas y las degustaron ante la incredulidad de sus propios progenitores.
Con una espátula en la mano y sus gorros de cocineros los peques de la casa elaboraron ricas tapas de verdura a la plancha. Brócoli, zanahoria, calabacín o calabaza fueron algunas de las verduras locales cocinadas.
Una bonita experiencia digna de que prolifere en cuantos encuentros de todo tipo se celebren en nuestro territorio.