Uno de los principales objetivos de Slow Food es sensibilizar y proyectar a la población en general, la debida importancia del placer vinculado al alimento, aprendiendo a disfrutar sabores, reconociendo la variedad de los lugares de producción, valorando el trabajo de nuestros agricultores y ganaderos, en definitiva conjugando el placer y la reivindicación de una nueva alimentación responsable.
Por ello una vez más, en esta ocasión a los cófrades de Santa Teodosia, ofrecimos una degustación de productos de la Montaña Alavesa donde estuviron presentes la patata, la ternera, embutidos de la zona, queso de artzai-gazta y frutos de la tierra todos ellos aderezados con aceite de Rioja Alavesa y sal de Salinas de Añana y maridados con arabako txakolina y vino de Rioja Alavesa.
Esta ermita cuenta desde antiguo con una cofradía, (la regla más antigua que se dispone es del 3 de Abril de 1685 y según consta en esta regla había otra que se quemó en casa del señor abad.
Ésta se basa en el modelo de la Cofradía de Nuestra Señora de Iturrieta) según cuenta Josetxu Martínez Montoya, orientada a promover el culto a la Santa (protectora contra el reuma) y a velar por el bien espiritual de los cofrades difuntos:
«Primeramente ordenamos que la dicha cofradía se aya de hacer y celebrar el primer domingo después de Nuestra Señora de Agosto en la dicha basílica de Santa Theodosia y que todos los cofrades ayan de acudir este día para las ocho de la mañana y que hasta esta hora se diga una misa cantada por los cofrades difuntos con un responso y se dé de limosna tres reales, y después de esta se diga muna missa mayor con toda solemnidad a la hora competente que el Abad aya de decir. Y después de comer se cante un responso. E inmediatamente se digan completas y que todos los cofrades acudan pena de dos reales. (excepto los sacerdotes que fueran semaneros)».
Como el resto de las cofradías, contaba con un abad (el cura de la Villa de San Vicente), un mayordomo (a renque) y cuatro contadores.
Celebraba dos fiestas obligatorias, la de Santa Teodosia, el dos de Abril, día en que se celebraba una misa cantada por todos los cofrades, y la otra en Septiembre, el día de la fiesta de la cofradía (el primer domingo después de la fiesta de Ntra. Sra. de Agosto, según la regla de 1685). En la actualidad se celebra el primer domingo después de Ntra. Sra. de Septiembre.
Cofrades de Agurain y del Valle Arana en Santa Teododosia, de pies Javier Lafuente de niño con su padre, el yuguero sentado con su padre a la izquierda, Gorospe, Ruiz de Eguino, Zalduendo, etc..
Los mayordomos debían cuidar que se cumplieran los estatutos, las obligaciones de los cofrades (asistencias a los actos de culto, pagos, etc.), de avisar de los posibles cambios de las misas y romerías y de preparar el menú de las comidas de cofrades. Estos comían en la ermita, en la romería de Mayo, y en la de Septiembre almorzaban y comían. En 1680 se mataron tres carneros (en Mayo se comía cabrito y en Septiembre carnero) y se gastaron diez libras de tocino, 62 azumbres de vino. En 1933 aparecen en el menú especias y frutas.
El Calendarios Alavés señala que en 1760 para celebrar la romería de Pascuas de Pentecostés acudían de San Vicente de Arana con gaitero al que pagan 7,5 reales, dando 12 azumbres de vino a los asistentes. Este calendario señala que en los testamentos se dejaban mandas de celemines de trigo para la alumbraria del santuario.
En el pueblo de San Vicente, aún en tiempos recientes, la romería comenzaba en procesión, desde la misma iglesia del pueblo, precedida por la cruz y el pendón. Hasta la salida del pueblo, se iba cantando y rezando. Las campanas acompañaban al cortejo. Al pasar por el cementerio se rezaban unas oraciones. En la ermita se decía la misa y se sacaba a la Santa en procesión. Al atardecer, se bajaba de nuevo en procesión. Al llegar al pueblo, volvían las campanas a sonar y se reiniciaban los rezos hasta la iglesia parroquial de San Vicente. La fiesta acababa con un baile popular en el frontón.
Comunidad de vivos y de muertos, oración, recreación y convivialidad, todos contribuían a hacer que la Santa jugase un papel importante como cohesionadora del territorio, vecindad y sacralidad.
El sentido del pueblo, sigue diciendo Josetxu Martínez Montoya, no desaparece sino que se fortalece en estas prácticas rituales compartidas con otros pueblos. El pendón, la cruz procesional, el cementerio, la iglesia parroquial, todos los espacios y objetos sagrados se juntan para cohesionar la unidad social más importante de la zona.
En esta ocasión nos propusimos una fabulosa experiencia dando a esta fiesta un carácter reivindicativo de nuestro producto local que pretende de alguna manera:
- Un consumo local por parte de ciudadanos y ciudadanas, promoviendo la actividad económica y que a buen seguro se concretará en la generación de empleo y riqueza.
- Consumir productos y servicios locales incentiva a nuestros agricultores y agricultoras. Que pueden crear un efecto boomerang en el que tu gasto es mi beneficio; mi beneficio su inversión; su inversión tu beneficio.
- Somos parte de una gran cadena que comienza en una persona y continúa en otras muchas. Entre todos y todas –consumidores, comercios, empresas e instituciones- tejemos una red consistente, basada en los valores de apoyo a lo local, compromiso con la calidad y beneficio común.
- Consumir local no es solo un compromiso con el consumo responsable, es un apoyo decidido a nuestro Territorio y a la justicia social y la sostenibilidad.
- Muchísimas gracias a las personas voluntarias, esta vez acompañadas por la Consejera de Interior Estefanía Beltrán de Heredia, que habéis hecho posible una hermosa jornada difundiendo al sostenibilidad y una alimentación responsable.